Por Juan Varela, Periodista y consultor de medios
"El vicio del periodismo declarativo no conoce límites: cada vez que el presunto Bin Laden graba su voz en una cita (donde se esconde debe estar difícil conseguir la cámara de vídeo) para reivindicar atentados y amenazar con otros nuevos, una parte de la llamada prensa seria le entrega gratis unos espacios destacados para publicitar sus fechorías". La reflexión de Ramón Lobo recuerda el sempiterno debate sobre si se deben reproducir la amenazas y soflamas de los terroristas y malhechores.
Todos los expertos y códigos periodísticos serios recomiendan que no. Si de algo puede servir el filtro de los medios debe ser para eso: para extraer la información de la realidad y las declaraciones, desbrozar la propaganda, la manipulación y los engaños.
"El vicio del periodismo declarativo no conoce límites: cada vez que el presunto Bin Laden graba su voz en una cita (donde se esconde debe estar difícil conseguir la cámara de vídeo) para reivindicar atentados y amenazar con otros nuevos, una parte de la llamada prensa seria le entrega gratis unos espacios destacados para publicitar sus fechorías". La reflexión de Ramón Lobo recuerda el sempiterno debate sobre si se deben reproducir la amenazas y soflamas de los terroristas y malhechores.
Todos los expertos y códigos periodísticos serios recomiendan que no. Si de algo puede servir el filtro de los medios debe ser para eso: para extraer la información de la realidad y las declaraciones, desbrozar la propaganda, la manipulación y los engaños.
Pero eran otros tiempos.
El periodismo figurante tiene cada vez menos límites. La repetición y difusión acrítica de cualquier tipo de declaración sin la mínima comprobación y contraste es ya una práctica habitual.
Pero a nadie parece importarle. Es la estúpida política del miedo y la carrera por la actualización acrítica y por llenar minutos y minutos de vídeo, páginas y páginas.
Los filtros son cada vez más débiles.
Lo vivimos de nuevo estos días con las manipulaciones constantes sobre la inmigración, la energía nuclear y sus cementerios, las guerras del agua o esa vergüenza llamada pena de muerte.
El terror y el miedo se cuelan en las televisiones, los diarios, las radios, las webs con una falta de contexto y contraste que, ese sí de verdad, asusta. Pero asustar es buen negocio. Muchos políticos y bastantes medios lo creen.
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