miércoles, 4 de agosto de 2010

LA CAMPAÑA SICIA CONTRA AMLO TOMA FUERZA

Sique

Quería esperar un tiempo antes de escribir lo siguiente porque quería tener más pruebas que reforzaran lo que sospecho. Sin embargo, nada pierdo con hacerlo ahora y tanto si salen pruebas que certifiquen mi creencia como si salen aquellas que la refuten pues lo iremos platicando. Uno debe cumplir con la responsabilidad de decir lo que piensa como de corregir cuando se equivoca.

Resulta que durante la investigación sobre los medios para el libro que escribí me puse la tarea de escuchar la radio. Elegí la estación W Radio por ser de Televisa y su asociado el Grupo Prisa, los consorcios oligarcas de mexicanos y españoles que más daño causan. La experiencia fue espeluznante. El día que elegí para escuchar dicha estación fue el 26 de julio, un día después de la concentración en el Zócalo con AMLO.

Fueron varias las cuestiones que estuve analizando y que ya las iré comentando poco a poco, pero me referiré a una que me urge comunicar porque puede ser una pista de lo que viene. En el programa de HOY POR HOY de las 13:00 a las 16:00 se recibió la llamada de Ricardo Alemán, un vocero que siempre ha estado inscrito en la guerra sucia contra AMLO. Este hombre, independientemente de que le paguen para ello es un enfermo mental cuyo odio a AMLO puede alimentar los más espantosos delirios con tal de desprestigiarlo. Pero ahora nos es muy útil para saber la línea de la guerra sucia para pararla ya. Al señor Alemán que como ya se mencionó está lleno de odio lo puso muy mal que AMLO mencionara que habría que construir una sociedad que amara a su prójimo, se burló, lo descalificó, le llamó "irrespetuoso" y de paso llamó "grey" y "acarreados" a sus seguidores, en fin, todo lo que ya estamos cansados de escuchar de estos lacayos. Pero dijo dos cosas que hay que tomar en cuenta: le llamó "profeta" y que era digno de "análisis psiquiátrico".

Luego, en el que considero el peor programa de esa estación (luego hablaremos de eso), el Weso, de las 18:00 a las 20:00, se pasaron veinticinco minutos, reloj en mano, burlándose de AMLO, imitándolo en mal plan, y nuevamente se burlaron de "el amor al prójimo" y del "amor a la patria" y le cantaron una canción: "PejeCristo".

Todo lo anterior obviamente viene de una vieja matriz de opinión de la campaña sucia pasada que inició el "intelectual orgánico" Enrique Krauze que prácticamente es un lacayo imperial detestable, con lo de "Mesías tropical".

Una vez revisado lo anterior podemos pensar que la campaña sucia va a tratar de meterle a la gente que AMLO está "loco" porque se cree "Cristo". Pero hay otros elementos que me llevan por ese camino.

También en mi investigación di con un sujeto llamado J.J. Rendón que es un psicólogo experto en guerra sucia, fue el que le hizo la campaña al presidente golpista de Honduras, Porfirio Lobo, y a Juan Manuel Santos, el nuevo presidente de Colombia, requerido por la Corte Suprema de Ecuador pues fue el Ministro de Defensa que ordenó el bombardeo a este país para asesinar a los que estaban en el campamento de las FARC en el que murieron estudiantes de la UNAM y del que Lucía Morett se salvó. En fin, este hombre J.J. Rendón utiliza para sus campañas los adjetivos: "loco", "narcotraficante", "violador", "pederasta", "drogadicto", "comunista" y "homosexual" y obviamente asocia a los adversarios con un Chávez "tirano". Según lo dicho por él mismo, así crea matrices de opinión que luego la gente se encarga de ir "enriqueciendo". Este individuo se encuentra en México y según dijo en entrevista de televisión trabaja para el PRI.

Como coincidencia tuve la oportunidad de constatar que esta matriz, aún sabiendo que no es nueva, está comenzando a tomar fuerza. Una paciente mía me contó que un compañero de trabajo, un simple empleado en una de esas grandes empresas de Santa Fe, a quien le habló de López Obrador dijo: "¿Quién, el loquito?"

Por todo esto creo que esta es línea de la guerra sucia que ya inició. Nuestro deber es anticiparnos. Es desmontar esta calumnia con toda la gente. Es explicarle a todo mundo que está es una matriz que les han metido o les están metiendo en el cerebro y que se lo van a estar repitiendo. Se pueden hacer preguntas como: ¿Por qué crees que está loco? ¿Te parece que una persona que habla de amor al prójimo es porque está loca? ¿Qué de locura tiene eso? ¿Sería cuerdo si dijera que la sociedad debe construirse en función del odio? ¿De dónde sacas que una persona que habla del amor es porque se cree Cristo? ¿Eres psiquiatra o psicólogo para determinar semejante diagnóstico? En fin todas aquellas preguntas que confronten a la gente con lo que está diciendo para que se den cuenta de que les han metido esa opinión sin ninguna prueba y sólo para crearles una animadversión hacia un hombre que no les ha hecho nada y que ha trabajado mucho por nuestro país.

Creo que hay que empezar a divulgarlo: la campaña sucia ha iniciado metiéndole a la gente que AMLO está loco porque se cree Cristo. Después vendrán más matrices pero por lo pronto esa es la que he detectado con mayor definición y hay que desmantelarla por todos los medios advirtiéndole a todo mundo.

CENTRALIDAD POLÍTICA DE AMLO

Luis Linares Zapata
El acto de masas del domingo 25 de julio en el Zócalo irrumpió en el panorama nacional como un fogonazo político de gran alcance. Sus emanaciones, aun a la distancia, todavía se huelen, giran, se depuran y evolucionan entre los habitantes del país. Sin duda, llegaron hasta las oficinas, los medios y el análisis de los centros de poder mundial, y éstos comenzaron a girar sus anteojos con nuevo cristal. No fue una concentración como otras tantas de similar factura. Fue la intensa calidad de los pronunciamientos la que multiplicó los ecos de esa reunión de alebrestados ciudadanos. La cadena de repercusiones siguió de inmediato y trastocó la, hasta ese día, tendencia al bipartidismo conducido desde arriba. La opción que dejó asentada en muchas de las mentes, deseosas de emprender una aventura de cambio con talla histórica, sacudió, hasta los cimientos, el entramado vigente de la derecha. Fue, ciertamente, la presentación, con todo el rigor de un acontecimiento significativo para el futuro nacional, de un movimiento que aspira a la transformación de este México injusto y apaleado.

La clase política de elite, acostumbrada a lidiar con ella misma, con sus asociados, apoyadores laterales y para sus propios intereses, resintió el golpe. Fue seco, directo al corto alcance de sus ambiciones de sobrevivencia en las alturas decisorias. Descobijó la irrealidad de sus trajines y acuerdos cupulares carentes de dignidad o trascendencia. Todavía rumiando los pocos alcances y significados de las pasadas elecciones, despertó, de pronto y sin defensas, a tareas y significados que la rebasan. Sus oficiantes de primer nivel se entumieron al sentir el ventarrón del cambio que les estropea sus planes de continuidad sin sobresaltos.

Ni siquiera los recientes golpes al crimen organizado pudieron paliar la indefensión del oficialismo, de sus burocracias partidarias y de sus aturdidos estrategas ante la andanada que todavía reverbera en el Zócalo capitalino. Las voces que allí se elevaron vienen de abajo, de lejos, con alegría y hasta desparpajo para dar cuenta de su inevitable presencia. Muchos de ellos, hombres y mujeres de variada condición, se han acunado en parajes que poco cuentan para los mandones y sus servidores. Vinieron, con harto gozo, coraje y preocupación, a develar su nueva condición de ciudadanos combativos. Saben, ahora, que cuentan porque forman el movimiento reivindicador como no hay otro en la República. El espíritu de cuerpo se hizo densidad política y las propuestas apuntaron hacia un destino al alcance de un tirón adicional de concertación, trabajo organizativo y voluntad para salir adelante.

La canalla reaccionó de inmediato al sentir de sus titiriteros. Pero su incapacidad de auscultar, de examinar, de interpretar el presente, menos aún de apuntar hacia el mañana, les ganó la partida. Empezaron por negar cuantos efectos hubiera podido concitar la reunión masiva. Recayeron, una vez más, en los cálculos de siempre, ¿Cuánto costó el acarreo? ¿Quién lo financió? Y han reditado suposiciones de subordinación abyecta, de tontería colectiva de los militantes que actúan sin criterio propio. La obcecación de su líder, AMLO, volvió a la palestra y la crítica convenenciera incidió, de nueva cuenta, en sus ninguneos acostumbrados. Lo daban por marginal y derrotado, rumiando rencores, sin haber sanado de los propios, enormes errores cometidos a partir de 2006. Ese ritornelo, esa manera cerrada, oblicua, tramposa de análisis, es causal sustantiva del estupor que desató el anuncio de su aspiración presidencial.

El pronunciamiento de López Obrador fue pausado, se acompasó con cientos de miles de voces que acudieron al llamado, con clara conciencia del destino que aguarda para después. AMLO, ahora convertido en prospecto que aspira a la Presidencia en 2012, fue medular en los intentos de la media adversa por desviar la atención de la gente, por oscurecer la realidad, esa que se palpa sin siquiera concitarla. En sus desaforados alegatos de catalogar sus andanzas, dichos y posturas como rampantes mentiras y traiciones cotidianas, ofenden hasta al más sencillo de los que, con su humanidad a cuestas, se plantaron ante la actualidad para reclamar su personal sitio. Y sin duda afectarán, para mal de sus propósitos, la sensibilidad de esos otros muchos seres de bien que desean un mejor futuro para sus hijos. Millones de mexicanos que ya no encuentran cabida en este panorama sombrío, decadente, retrógrado, disolvente de la energía social, en que los han sumido una caterva de ambiciosos sin límites, ayunos de visiones inspiradoras o compasión.

Ahora ahí lo tienen, para que aprendan a respetar a los que se preocupan, de verdad, de los anhelos populares, de esos incontables mexicanos que han sido sacados de las estadísticas del triunfo por no alcanzar el éxito y la buena vida. Y ahí andará de aquí hasta la cita de 2012. No descansará en su peregrinar ni cambiará el núcleo de su discurso, siempre atento a los sentires de la gente. Con otros muchos, López Obrador irá y vendrá por la República con una fe inquebrantable en la bondad de la gente, en su toma de conciencia para buscar lo básico: una vida digna, sencilla, satisfactoria y productiva. Por eso había urgencia de introducir algunas modalidades discursivas no oídas con anterioridad, menos aún pronunciadas por políticos de arcaica cepa. Esa parte del sustrato anímico del pueblo que solicita, pide, con la urgencia debida, hablar y que le hablen del amor al prójimo y otros valores de raigambre familiar, inexplicablemente abandonados por la izquierda.

Es por narrativas como la descrita arriba que hubo saltos y berrinches, inesperados unos, retorcidos otros, pero siempre apuntando, con dolo, a la línea de flotación del perfil de López Obrador: su desprecio institucional, la no sujeción a las reglas escritas o acordadas en el rejuego sucesorio. Desempolvaron la estúpida sentencia que afirma, de manera torpe, que las plazas llenas no ganan elecciones. El susto fue mayor: se les plantó enfrente como sólido opositor. Había urgencia de meterlo al carril de las seguridades conocidas para sus anhelos de continuidad. Para detener su movimiento desataron una tormenta de gritos, a cuan más destemplados. La agenda del poder establecido entró en una esfera de riesgo. Ahora quieren calmar a sus grupos, ya desde antes desbocados. A éstos hay que decirles que no habrá división de la izquierda. Esos que ahora usurpan la dirigencia de tal contingente ideológico no han inspirado ruta alguna para aliviar el penar popular. Las alianzas que procrearon de muy poco, o nada, sirvieron para cimentar un asalto al afán transformador. El PRI o el PAN, la derecha partidista, no serán derrotados por alianzas y con candidatos sacados de alguna chistera partidaria. El triunfo en 2012 vendrá de abajo, de esa rebelión en curso que se va acomodando, donde AMLO tiene lugar privilegiado por la confianza que en sus intenciones, capacidades y entrega le reconocen.