miércoles, 13 de octubre de 2010

EL SALINIFE

Jenaro Villamil
MÉXICO, D.F., 12 de octubre (apro).- Obsesionado por “normalizar” su presencia en la vida pública del país y ser identificado como el artífice del retorno del PRI a la Presidencia de la República, el expresidente Carlos Salinas de Gortari embaucó a los consejeros integrantes del Instituto Federal Electoral que invitaron al artífice de los “mitos geniales” para que este martes 12 fuera el orador principal en la celebración de los 20 años de creación del organismo, en la ceremonia del Palacio de Minería.

Salinas no perdió la oportunidad para pontificar sobre la alternancia y la democratización del país, llevando agua para su molino. “Si la alternancia es la prueba de la democracia… bienvenida para el 2012”, afirmó en un claro mensaje anticipado de campaña a favor de su partido y, por supuesto, de su principal candidato, Enrique Peña Nieto.

Salinas también utilizó el foro para autoelogiarse, sin que nadie lo increpara por la evidente manipulación de las fechas, de los procesos políticos y del contexto político de alta crispación y ruptura que dejó al abandonar Los Pinos.

Según Salinas, “el acuerdo político hizo posible la fundación del IFE hace 20 años”, durante su gobierno. Gracias a la reforma electoral de 1990, afirmó, en los comicios presidenciales de 1994 “no hubo disputas poselectorales”.

Convenientemente, Salinas no mencionó que aquellas elecciones presidenciales estuvieron teñidas por el asesinato político de Luis Donaldo Colosio, por la irrupción del EZLN, por un clima de ruptura en el seno del PRI y de miedo en amplias capas de la población, y por una parcialidad evidente del Instituto, cuya autonomía plena no se logró sino hasta dos años después, en 1996.

En realidad, la primera prueba de fuego del IFE como organismo independiente de los tentáculos del poder presidencial fue durante los comicios federales de 1997, cuando Cuauhtémoc Cárdenas triunfó como candidato a jefe de Gobierno del Distrito Federal y el PRI perdió, por primera vez, la mayoría en la Cámara de Diputados.

El cinismo de Salinas lo llevó a homenajear a su exadversario, Cuauhtémoc Cárdenas, a quien lo persiguió y aisló durante todo su sexenio. ¿Acaso ya se olvidaron los más de 300 militantes perredistas asesinados? Conmovido, Salinas también deseó que su socio y amigo, el panista Diego Fernández de Cevallos, retorne a la vida normal, después de su prolongada y sospechosa desaparición.

El afán pontificador de Salinas está presente en sus más recientes apariciones públicas. Su presencia en el Palacio Nacional, el pasado 15 de septiembre, acaparó la atención de los festejos del Bicentenario. Fue su retorno en medio de fuegos artificiales, 16 años después de haber abandonado el poder presidencial, lo que llamó la atención de los comentaristas políticos.

Salinas pontificó sobre la necesidad de la “unidad política” y recordó que en 1942 el expresidente Manuel Ávila Camacho, en plena Segunda Guerra Mundial, convocó a sus antecesores para dar la imagen de una clase política que enfrentaba cohesionada las adversidades.

Fue entrevistado por Canal Once, en plena cadena nacional de los festejos del 15 de septiembre. Dio declaraciones a la prensa. Saludó a todos los artistas y hasta la exmiss Universo, Lupita Jones, que se le acercaron en Palacio Nacional como si fuera una especie de fantasma revivido.

La referencia histórica de Salinas no fue casual. Él mismo prepara un libro donde quiere presentarse como “factor de unidad”. Lo paradójico es que será durante el gobierno de Felipe Calderón, el segundo mandatario panista, cuando el verdadero grito de Salinas podrá concretarse: ser el factor decisivo en la sucesión presidencial de 2012.

Salinas no sólo quiere ser el político priista vivo más poderoso y representativo de su partido. Su rehabilitación busca que lo identifiquen como el más eficaz, el más temido, el más exitoso y, ¿por qué no?, el más querido. El auténtico modernizador del país.

Para los priistas conocedores de la historia del régimen, la “normalización” de la figura pública de Carlos Salinas significa convertirlo en una especie de Plutarco Elías Calles, el “Jefe Máximo”, que retorna del exilio. Lázaro Cárdenas expulsó a Calles del país en 1934 para que su propio gobierno pudiera sobrevivir, e inauguró la larga etapa del presidencialismo mexicano, la “monarquía sexenal”, como la definió el historiador Daniel Cosío Villegas.

Sin embargo, Zedillo no fue Cárdenas ni Fox se convirtió en el fundador de un nuevo régimen, y Salinas retornó desde principios de 2003 a la escena pública, en pleno gobierno “del cambio”.

Conocedor de lo que significa la débil legitimidad, ha aprovechado los espacios de poder vacíos durante el gobierno de Felipe Calderón para llenarlos y convertirse en el gran broker.

Lo más patético es que el IFE, una institución cuyas glorias máximas se alcanzaron durante la alternancia de 2000, haya prestado el foro, el escenario y su aniversario, para que Salinas se apropiara de los festejos con un claro mensaje de campaña anticipada para el 2012.

www.jenarovillamil.wordpress.com

MOMENTOS DEFINITORIOS

Luis Linares Zapata
La Jornada
Con la excepción de cierta minoría de la sociedad mexicana, ésa que se solaza en sus éxitos, profesionalismo, respetabilidad y buena vida, pulula otra mayoría, heterogénea y dispersa, que hoy demanda claras posturas sobre su futuro. La porción de los integrantes de las clases medias con ingresos elevados, arriba de los 30 mil pesos mensuales de ingresos, 10 por ciento del total, se sienten satisfechos con la marcha del país. Aun cuando algunos de tales beneficiados por los efectos del modelo concentrador, que se aplica desde hace ya más de un cuarto de siglo y saben bien de su injusticia intrínseca, permanecen atados o fieles a sus actuales circunstancias. Son, éstos, parte del conformismo de clase, los ganones del estado de cosas o de los beligerantes hacia todo aquello que implique un cambio en lo establecido. Otros de ellos, con mayor sensibilidad, se han manifestado, a pesar de poner en riesgo sus intereses, por una transformación inmediata. Saben que la presión del descontento social ha llegado a límites intolerables. Ir más allá de lo que el presente ocasiona en su derredor lo sienten, lo estudian, lo intuyen como necedad peligrosa.

En ese enorme conjunto de seres humanos que se debaten entre la precariedad, la honesta medianía y la sobrevivencia, se destaca un grupo, creciente y decidido, que ha hecho consciente su situación y destino. Surgen en todos los rincones de la patria, cavilan con premura aunque sea en solitario. Atisban con ahínco cualquier indicio que les ayude a expandir su conciencia. Se unen a grupos de discusión y lectura, ayudan a sus congéneres menos favorecidos a canalizar sus reclamos y desesperación. Forman la base orgánica de un cambio de ruta, de gestión que se organiza desde debajo de la sociedad. Desafortunadamente, también es fácil encontrar individuos que por escalar, por salir de su atolladero y romper sus limitantes, están dispuestos a todo. El cinismo para aceptar dádivas o hacer negocios sin solicitar explicaciones, sin conocer orígenes, les lleva, a otros tantos, a incidir en conductas que bordean o, de plano, se introducen en las áreas delictivas. El miedo al retroceso en la apropiación de un cacho de respetabilidad motiva a otros a preferir la continuidad de lo conocido, aunque les cause un malestar insoportable.

El arrellanarse con el entorno sin meditar en las causas, en los orígenes, en los pormenores de las angustiantes condiciones de la actualidad nacional es práctica bastante extendida. Todo un conjunto de la población, ése que se sitúa en ingresos que bordean la pobreza pero que todavía esperan ascender, se hacen o son, en verdad, sordos, reacios, impermeables a las prédicas efectivas de que una vida mejor es factible. La resignación está bien sembrada en la memoria orgánica de amplias capas de esa población y, no sin dolor, caminan hacia su propio sacrificio. Es por eso que la derecha, con su engañosa retórica del bien común, de la decencia, del bien decir, de la fe o la condición inalterable, heredada, les hace caer en sus hipócritas redes. Pero también los captan aquellos que ofrecen un cambio sin contenidos ni concreción real, sin rendición de cuentas. Son, en efecto, derechosos que se disfrazan de progresistas, de agentes de la modernidad y ensayan un número ya bien probado. Van por la marchanta de los votos en subasta, por la piñata de las bicicletas, los mil pesos con cámara de celular, por las promesas firmadas ante notario.

Pero las terribles condiciones de deterioro de las mayorías nacionales, esas que ingresan al presupuesto familiar menos de 9 mil pesos, 80 por ciento del total, han logrado formar, en su centro, un sólido conjunto núcleo de rebeldes. Son hombres y mujeres que han comprendido, con desconocida e inusitada profundidad, que su apretujada condición no es producto del destino ni obedece a un designio inapelable, sino que se origina en la aplicación de un modelo expoliador. Un modelo diseñado por encargo para beneficiar a unos cuantos de dentro y de afuera. Un modelo que, en México, se ha aplicado a rajatabla y con un condimento bien sazonado de corrupción que lo ha hecho injusto e inoperante. Y esos rebeldes están actuando a manera de reactivos sobre los demás que los rodean. Son guías, modelan la opinión (no se habla aquí de ésos que peroramos en los medios) entre sus semejantes con el mero ejemplo, por su sola presencia, por sus alegatos cotidianos entre y con sus iguales. Son, al mismo tiempo, sembradores del descontento consciente. Son los que llevan consigo el ánimo de la transformación, de la búsqueda de un futuro cierto y reparador de injusticias. Son los que quieren ver renacer a su patria. A los que les disgusta, hasta su misma raíz de ser humano, ver cómo se consumen, cómo se desperdician vidas por millares, por millones sin que alguien o algo detenga la sangría.

Es por eso que hoy ha llegado el momento de las definiciones. No más continuidad, no más expoliación irracional de bienes y personas. Hay que detener la concentración de la riqueza en unas cuantas, groseras, ambiciosas y autoritarias manos. Finiquitar el abuso, la apropiación indebida de los bienes públicos por los traficantes del poder. La sucesión presidencial ya desatada presenta, como nunca en el México del pasado medio siglo, la oportunidad de dar cauce creativo a la inconformidad. Hay necesidad imperiosa de ensayar un cambio de modos de vivir y gozar. Desterrar el conformismo suicida. La sucesión presidencial se decidirá entre estas dos posturas: el cambio efectivo y la continuidad del modelo que pastorea, con celo inigualable, la plutocracia local. Y esas dos posturas también se enfrentarán en el estado de México. La derecha panista está disuelta, no será rival de cuidado. El PRI, con todos los respaldos del sistema imperante, adicionado del uso mafioso, indebido del aparato público, irá por abrir la ruta a su producto dorado (Peña Nieto). En el otro lado se formará una coalición liderada por AMLO que le opondrá firme resistencia desde abajo. El triunfo, que se tiene a la vista, se afianzará con la decisión tajante, firme, abierta, de los que forman filas en la izquierda. Una alianza concordante, cimentada sobre la disposición de los mexiquenses de liberarse del yugo que imponen las apariencias llevadas a forma de gobierno. El pueblo, bien organizado, consciente y decidido, a pesar de muchas limitaciones hará la hombrada, la mujerada, de ganarle, con limpieza, al sistema, continuista y tramposo, que modeló su criatura.

RAYUELA
Inevitable, el doloroso recuerdo de
Pasta de Conchos: ¿Qué dirán el inefable Fox, el
empresario Larrea y
toditito el PAN con su infaltable
Lozano sirviendo de ariete patronal?

COLUMNA SIN NOMBRE

Pablo Jair Ortega
www.columnasinnombre.com

pablojairortegadiaz@gmail.com

13 de OCTUBRE de 2010

EL EJEMPLO DE VIDA DE CHILE
Chile ayer nos dio un ejemplo de vida. Millones de televidentes en el mundo nos quedamos viendo el programa sobre los momentos donde se rescataba a los primeros mineros de los 33 atrapados en una mina llamada San José, en algún punto del desierto de Atacama.

Chile, este martes, nos demuestra que sí es posible pelear por la vida. Que no se debe escatimar ningún recurso, ninguna posibilidad. Que lo más sagrado que existe en este planeta, la vida, es algo por lo que vale la pena pelear.

En estos días no se dejaba de olvidar lo acontecido el 19 de febrero de 2006 en Pasta de Conchos, Coahuila. Una tragedia donde cerca de 65 mineros pierden la vida. Nos dijeron --gobierno y empresarios-- que al final no había posibilidades de rescate. Ninguno tiene la autoridad moral ni credibilidad para afirmarse lo anterior. Para todo México nunca hubo una respuesta rápida ni atención a las condiciones de seguridad: la empresa Grupo México y el gobierno de Vicente Fox se fueron como si nada: “Lástima, amigos, no vieron el haiga sido como haiga sido”.

Incluso hoy no hay siquiera un intento por rescatar los cuerpos. Allí siguen enterrados porque es más fácil decir que no se pudo que intentarlo por dos largos meses como sucedió en Chile. No: urgía más atender el asunto electoral, que no ganara el Peje, que saliera Fox asegurando la continuidad del poder. En menos de un mes Pasta de Conchos se fue al carajo.

Chile nos da un ejemplo de cómo debemos celebrar a la vida: marchas de apoyo, trabajo arduo, creativo como la creación de las cápsulas Fénix, la perforación para acceder a la mina San José donde estaban los chilenos y boliviano atrapados. El operativo San Lorenzo, porque es el santo de los mineros. Costo: calculado en 10 millones de dólares; en México, se calcula, costó cuatro veces el “festejo” del bicentenario: 45 millones de dólares que se quemaron en 8 horas, más los 50 que costará el monumento que presuntamente se inaugurará en un año.

Chile y Brasil, considero, son los ejemplos a seguir de Latinoamérica. Buenas administraciones, avanzando más firmemente en materia política y económica. El país más largo del mundo hoy nos da otra forma de lo que se debe hacer cuando se quiere servir verdaderamente a la sociedad: en Pasta de Conchos ni Fox ni Calderón han pisado pie.

¿Qué nos pasará en México que es más urgente rendir tributo a la muerte? ¿Por qué rendirle cuentas a la “niña blanca” en lo más patético de nuestro paganismo? Se respeta toda creencia religiosa, pero, carajo, Chile nos demuestra que antes de enterrar a nuestros muertos, los celebramos en vida.

Desde que baja la primera cápsula con el primer rescatista, la emoción a flor de piel se sentía. Sí, no es México, y estamos lejos, y ni siquiera son paisanos, pero la transmisión televisiva sirvió para vivir el momento; vaya, hasta la aburrida y malísima narración de la conductora de CNN sirvió para no prestarle atención a los comentarios y concentrarse en las imágenes.

Cuando sale Florencio, el primero de los mineros rescatados, es recibido por su familia; su hijo le grita “Papi” y es inevitable sentir ganas de chillar. Pasaron dos meses bajo una caverna y hoy son héroes de la vida, símbolos de que sí se puede, de que no son números para que el gobierno contabilice daños colaterales, bajas, damnificados.

Por eso no sorprende que abracen efusivamente también a su presidente Sebastián Piñera, que los recibe con una sonrisa: el gobierno nunca se olvidó de ellos.

Y es que en México es más fácil olvidar. Es más práctico en México decir “Que los bendiga Dios” como una manera de desentendimiento por lo que ocurra.

Para cuando sale el segundo minero, Mario Sepúlveda, los corresponsales anotan: “se robó el show”. Sale con unas ganas de seguir viviendo como si el ducto que lo trajera a la superficie fuese un nuevo conducto vaginal por donde va a nacer por segunda vez, sólo que conciente, ve la luz, oye los gritos. Él obrero grita porque ya quiere nacer.

El detallazo: baja de la cápsula, y de un morral polvoriento saca trozos de piedra como recuerdos de la mina que fue su hogar en las últimas semanas; las reparte entre todos. Esas piedras hoy son como el oro que tanto ambicionaban los españoles en Sudamérica.

Seguían saliendo los mineros en el transcurso de la madrugada: el más viejo, el más joven de 19 años, el boliviano. Todos uno a uno, en lo que tardará un día.

Calderón comentaba en su Twitter: “Impresionante, emocionante, el rescate de los mineros. Viva Chile! Viva la esperanza de que el hombre puede superar cualquier dificultad!”, y las mentadas al puro estilo mexicano se dejaron caer por andar opinando sobre un asunto que tiene un cicatriz muy fresca en México.

A Fox le llovió también en la red social; Celia Álvarez (@ScatNu) le recordó al presidente del ¿Y yo por qué?: “¿Vio al presidente de Chile con los mineros atrapados? ¡Ud JAMÁS se presentó en Pasta de Conchos! Qué triste, qué terrible!”

Al mismo tiempo del rescate, una mediocre selección mexicana de fútbol jugaba en Ciudad Juárez como si nos hicieran el favor. Vayan a la goma, lo de Chile es más importante.

Chile nos da ejemplo de vida, mientras en México se rinde culto a la muerte. Dentro de nuestro patético orgullo está el saber quién es más cabrón matando gente, quién lleva más. Hacemos leyenda de Toribio Gargallo, del Pozolero, el Jefe de Jefes, la Barbie: todos son unos cabrones. El conteo fatal nos marca.

Chile se preocupa por sus vivos, por sus mineros. Los rescataron. En Pasta de Conchos les dieron la bendición y como si nada. Los niños de la guardería ABC, también la bendición, ya son unos querubines.

Aquí en México es más fácil olvidar.