MigueI Ángel Granados Chapa
El ex presidente Ernesto Zedillo tomó la decisión de no hablar de sus responsabilidades gubernamentales. Rehusó ser entrevistado por Pablo Latapí cuando el ahora finado especialista mayor en educación historió la SEP a través de sus titulares. La oficina del ex presidente en Nueva York hizo saber de aquella decisión a Carmen Aristegui cuando preparaba su libro Transición. Salvo contadas apariciones en seminarios sobre economía, en que aventura juicios sobre la situación actual de México, no ha querido participar de nuevo en asuntos domésticos, concentrado como está en actividades internacionales; Centro de Estudios sobre la Globalización en la Universidad de Yale, Comisión sobre Drogas y Democracia, grupo de trabajo de alto nivel para la reforma del Banco Mundial. Pero, aunque sea sólo con su firma, interrumpió esa abstención autoimpuesta el martes pasado, cuando fue uno de los ochenta mexicanos que dijeron no a la generación del no en demanda de reformas a las que según los suscriptores del mensaje son renuentes los legisladores.
No puede, pues, ya escudarse en su mutismo deliberado ante las severas acusaciones que su predecesor y benefactor Carlos Salinas hizo el martes sobre el manejo de la crisis evidenciada en diciembre de 1994 y que estalló en los meses siguientes. No es la primera vez que Salinas lo inculpa del grave destrozo a la economía mexicana cuyas consecuencias seguimos pagando fiscalmente los contribuyentes hipotecados por el rescate bancario. Salinas mismo acuñó el término "error de diciembre" para situar el momento en que se inició la quiebra nacional de hace tres lustros. Pero, insistente en su rencor contra su heredero, quien no cumplió enteramente su compromiso de cuidarle las espaldas, Salinas ha aportado información relevante sobre los móviles y el modo en que Zedillo encaró la crisis. So pena de que se estime que otorga si calla, Zedillo está obligado a responder al nuevo embate de su antiguo jefe.
Salinas fue el invitado principal al seminario titulado Privatización bancaria. Crisis y rescate del sistema financiero. Reflexiones pendientes. Habló el martes por la noche. A la mañana siguiente se hubiera podido tener una pronta respuesta a sus dichos si no de Zedillo sí de sus secretarios de Hacianda Jaime Serra Puche y Guillermo Ortiz Martínez. Pero ambos estuvieron ausentes: el ex Secretario de Comercio videograbó su intervención, y el ex Gobernador del Banco de México no apareció. Lo habían comunicado a los participantes los organizadores de la reunión -el Centro de Estudios Espinosa Iglesias- en una nota en que sólo anunciaron que "lamentablemente no se contará con la presencia del doctor Guillermo Ortiz Martínez".
Salinas ya había deslizado antes la especie de que se filtró información sobre la mudanza del tipo de cambio en beneficio de empresarios que, dueños de esa información privilegiada, "fugaron sus capitales y vaciaron las reservas internacionales en unas cuantas horas". Cierto, en aquel funesto diciembre salieron de México más de seis mil millones de dólares, la mitad de las que quedaban después de que durante el año en que vivimos en peligro, el trágico 1994 habían salido 18 mil millones de dólares más.
Esta vez, la novedad presentada por Salinas se basó en referencias bibliográficas. Se trata de las memorias de Robert Rubin y Alan Greespan, aparecidas no tan recientemente (las primeras hace siete años, en 2003 y las segundas en 2007), pero útiles a los propósitos del ex presidente que ataca al ex presidente. El secretario del Tesoro de Clinton, Rubin, cuenta que, tras el pedido de ayuda de Zedillo a la Casa Blanca, le fue necesario imponerse de la situación, para lo cual envió al subsecretario Larry Summers y su asistente David Lipton, que se reunieron en secreto, varias veces, con el Presidente de México. Citado por Salinas, Rubin narra la reunión en que se decidió elevar descomunalmente las tasas de interés, con lo que se dio la puntilla a los deudores:
"El Presidente estaba comprometido con la reforma económica. El aspecto más importante de esa reforma eran las tasas de interés... el equipo mexicano negociando en Washington con el FMI había rechazado tasas de interés más altas. En su reunión con Zedillo, Larry trató ese problema después de 45 minutos de conversación cordial sobre todos los temas relacionados con el rescate. El Presidente lo pensó sólo un instante y respondió: 'Durante toda mi carrera en el Banco de México escribí artículos afirmando que México debería tener tasas de interés positivas. Ahora no es el momento de abandonar esa idea".
Zedillo debe responder a la doble acusación: la filtración sobre el tipo de cambio que benefició a sacadólares, y la imposición por Estados Unidos de tasas altas, medida que actualizó el riesgo calculado por el propio Rubin de que podría "causar el colapso del sistema bancario mexicano", como efectivamente aconteció. Por lo pronto, el efímero primer secretario de Hacienda de Zedillo, Jaime Serra Puche, salió al paso de las afirmaciones de su también ex jefe tildándolas de falsas. Pero ya no era responsable de las finanzas cuando se elevaron las tasas. Se requiere, de todas maneras, la palabra de Zedillo.
Cierto o no lo que relata Rubin, testigo de oídas, utilizado como ariete por Salinas, es claro que la responsabilidad del desastre económico iniciado con el gobierno de Zedillo fue una letal combinación de ineptitudes y abusos compartidos por el que ató la pata y el que mató a la vaca.
sábado, 27 de febrero de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario