jueves, 4 de marzo de 2010

LOS COMPUTADORES DE URIBE Y SANTOS SON LOS TESTIGOS JURÍDICOS IDEALES DE TODA LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD

de Rebelión
Alberto Salazar
En 1968 dos expertos franceses en computadoras publicaron el libro "Las computadoras. Mitos y realidades". Allí escribieron: "El público está mal informado sobre la realidad física de las computadoras, sobre su uso. Se le han ofrecido indicaciones equivocadas, secretos de un misterio, fórmulas lapidarias".
Yo sostengo que en 2010 esa idea sigue estando vigente. Reconozco que una sustancial cantidad de ciudadanos posee ahora alguna computadora digital y posiblemente haya accedido también a la Internet, pero sigue interactuando con esos sistemas a través de interfaces gráficas, que esconden la realidad de cómo operan en verdad las computadoras y la Internet. Los usuarios finales observan papelitos volando de un lado a otro mientras un programa invoca llamadas al sistema para copiar un archivo de datos de la memoria RAM a un dispositivo de memoria removible y portátil con interfaz USB. Ve las imágenes e ignora todo lo que realiza el sistema.
Así por ejemplo, al usuario final le es posible grabar en un DVD grandes cantidades de información, sin conocer la transformación real de formatos que habrá que realizarse con tal operación. O puede conectarse a la red de redes sin comprender en nada el funcionamiento de la pila de protocolos de comunicación del TCP/IP. Es decir, el software de computadoras se diseña deliberadamente para que sea cada vez más fácil de emplear y releve al usuario de tareas engorrosas o especializadas, la mayoría de las cuales le tomaría años en aprender a ejecutar por sí mismo.
De manera que aunque un usuario use un teléfono móvil para recibir en tiempo real los mensajes de a quienes sigue en Twitter, o mantenga actualizado un blog que incluya recientes enlaces a vídeos almacenados por él mismo en Youtube, ello no indica que sea un conocedor cabal de la ciencia de la computación. Revela que es un buen usuario de esos sistemas informáticos; la misma palabra usuario así lo expresa.
Para conocer bien cómo funcionan los computadores y las redes modernas se requiere como base mínima de conocimientos, un amplio saber del álgebra y de los sistemas de numeración. Luego esa teoría debe ser instrumentada con conocimiento de electrónica básica y de circuitos digitales. Saber que servirá de soporte para posteriormente entender las bases de la programación de computadoras y del desarrollo de software. Sin conocer bien esas tres aristas, es prácticamente imposible explicar la interacción básica de los sistemas computacionales de hoy. Mucho menos comprender las operaciones técnicas del accionar real de la Internet.
De esa ignorancia que la mayoría de la gente cree no poseer, se viene valiendo el gobierno colombiano de Álvaro Uribe. Usa a su conveniencia el mejor testigo virtual del mundo. Un soplón que por ser de naturaleza electrónica y digital, luce a una gran mayoría de la gente como enteramente fiable y exacto. Un testigo que por tener capacidad de almacenar millones de bytes, parece conocer todos los eventos delictivos que ese gobierno requiere. Un bocón al que, por procesar datos binarios que guarda en sistemas de archivos bien estructurados, se le atribuye la capacidad de asociar con precisión matemática unas informaciones con otras.
Es decir, el mejor testigo que pudo esperar un fiscal en toda la historia de la humanidad. Uno al que casi nadie le sospechará intereses particulares para falsear su declaración. Uno que estará presto para contar cada delito que el fiscal requiera con el transcurrir del tiempo. Uno al que jueces, periodistas y hasta gobernantes tomarán como el testigo presencial para todo proceso y otorgarán la incapacidad de errar. ¿Qué más se le podría pedir a un testigo tan ideal?
El testigo estrella son entonces los computadores atribuidos a un enemigo muerto. Los computadores que Uribe y Santos, sin evidencia jurídica alguna, dijeron que eran propiedad del comandante Raúl Reyes.
Atrás quedarán todas las leyes de Murphy (1), todas las fallas de hardware o software que otros computadores modernos presentan, las caídas de sistemas o pérdidas de línea que sufren hasta las redes de computadores bancarias, las operaciones de limpieza y desinfección de virus o gusanos que demandan recurrentemente nuestros PCs comunes, los extravíos o daños de información en nuestras memorias digitales portables, las actualizaciones de software urgente que los fabricantes de computadoras imponen a sus productos. Nuestro testigo será inmune a cualquiera de esos problemas.
Ni un bombardeo inmisericorde de fuerzas especiales del ejército colombiano, ni las bombas de los cazas estadounidenses en la para entonces arrendada base de Manta, podrán hacer que nuestro testigo virtual pierda un solo bit de cualquiera de sus miles de archivos ¿Qué más se le podría pedir a un testigo tan ideal?
Este testigo deja pequeña a la máquina virtual de Alan Turing (2) y merece sustituirla en todos los pensa de estudios universitarios. Por su capacidad para deducir crímenes, haría palidecer de envidia a Sherlock Holmes y no dudamos que esté revolucionando el derecho informático y todas sus anteriores tesis (3).
Casi nadie usará el cerebro para pensar en las incongruencias de cómo se obtuvieron y procesaron tales computadoras (4). Casi nadie sospechará que un computador es una máquina que no piensa, y que como tal, alguien lo programa, le coloca la información y la manipula a su conveniencia. Casi nadie advertirá que su supuesto dueño fue asesinado y no puede defenderse. Casi nadie solicitará que se verifique la coherencia de lo que indique nuestro testigo con otras fuentes de información -como se haría con cualquier otro testigo-. Casi nadie creerá que se trata de un testigo falso y de un engaño infantil, porque casi nadie entiende a cabalidad de computadoras ¿Qué más se le podría pedir a un testigo tan ideal?
Razón tenía entonces Blaise Pascal cuando expresó: "El hombre está dispuesto siempre a negar todo aquello que no comprende."

No hay comentarios:

Publicar un comentario