jueves, 4 de marzo de 2010

LA CULTURA EN LA DEMOCRACIA

Juan Carlos Alarcón
En sociología, se dice que el carácter ambiguo de una transición hacia la democracia deja a menudo ocultos muchos de los efectos (y responsabilidades) de la represión cultural produciendo falsos héroes. Ese carácter ambiguo de la transición también se relaciona con la evolución de la represión y, particularmente, de los "poderes de orden fácticos" responsables de ella y lleva al empobrecimiento intelectual de un país o una región.
Dentro de las propias democracias, hay gobiernos que se exceden en el uso del poder y aplican proyectos políticos basados en el autoritarismo. Es con actitudes de esta naturaleza que se busca condenar al silencio la palabra o a la creación artística cuando se la considera "inútil" a los proyectos de quienes gobiernan "democráticamente". Es decir, cuando esas autoridades consideran que la cultura es incapaz ya de proporcionar los soportes políticos de sus ambiciones producen acciones que van en contra del propio pueblo que los eligió.
Sin embargo, cuando se producen estos métodos de autoritarismo, la apariencia de la represión es la de ser irracional y arbitraria, justificada en una falsa paz social o de progreso como imagen que se pretende ofrecer para lograr una sociedad civilizada y de orden. Entonces, cuando se producen estas arbitrariedades, le corresponde al propio pueblo ponerle los límites que otorga el sistema democrático.
Esta situación nos lleva a la reflexión de ¿cuál es el rol de la cultura en un gobierno democrático? Pero ¿Cómo hablar de la cultura sin tener en cuenta que el término de cultura es amplio, y que incluye tanto a la educación, los usos y costumbres, como a la identidad de un lugar?
La cultura, en cualquier proceso de transformación democrática, necesariamente debe ser el eje de una transformación social y moral, y una herramienta política para cualquier gobierno que es elegido legítimamente en un sistema democrático.
La cultura es también un instrumento, una expresión artística y un motor económico para cualquier región del mundo. El hombre político que no lo entienda así no se da cuenta que, cuando se habla de cultura, se está hablando de valores materiales, espirituales y educacionales de la sociedad.
El compromiso de la cultura con la sociedad, es de comprender que la cultura es la conciencia social humana que le da sentido a un pueblo y a sus instituciones. Ningún cambio sociopolítico y económico puede ser posible en América Latina si simultáneamente no se implementa un cambio cultural acompañado de políticas culturales como motor de la transformación social. Eso es la herramienta política de un Estado democrático. La paz social no se gana con políticas represivas. La historia nos la ha demostrado con tristes ejemplos en otros gobiernos autoritarios que no eran para nada democráticos y que gustaban demasiado de las tentaciones de un orden social mantenido a fuerza de represión. La adhesión y el respeto de una sociedad a las instituciones públicas se gana con el consenso, el debate político y la transparencia de los acciones de sus gobernantes. En la construcción de esta nueva Latino América se necesita hoy en día, más que nunca, del aporte de los trabajadores de la cultura.
El bienestar de un pueblo se debe dotar con las propuestas y el contenido que aportan artistas, artesanos y animadores culturales, administradores y especialistas en política cultural. Es la manera más simple de impulsar acciones concretas en materia de desarrollo cultural, federalista y, sobre todo, en defensa de las autonomías municipales y su descentralización.
La Cultura en la vida democrática pasa por el derecho a formarse, informarse y disfrutar del patrimonio local, regional, nacional y universal; eso que normalmente se llama como la democratización de la cultura. Es también el derecho de todo ser humano de ser protagonista activo de la acción cultural y de la labor creadora, asegurando su participación en el progreso y desarrollo de la propia sociedad, puesto que no puede haber democracia política si no hay una democracia cultural.
Corresponde al Estado ser promotor de la cultura. Crear políticas públicas para poder brindar facilidades, y donde la gente pueda producir y generar condiciones en el libre desarrollo cultural de la sociedad porque, como dijo Perón en su libro La fuerza es el Derecho de las Bestias: "La violencia en cualquiera de sus formas no afirma derecho sino arbitrariedades. Recurrir a la fuerza para solucionar situaciones políticas es la negación absoluta de la democracia".

No hay comentarios:

Publicar un comentario