domingo, 13 de diciembre de 2009

CIUDAD JUÁREZ: LA ESTRATEGIA, COSTOSO CAPRICHO PERSONAL

Álvaro Delgado
Aunque Felipe Calderón no quiere escuchar críticas, el exdirigente del PAN Manuel Espino insiste en que la estrategia militarizada contra el narcotráfico parece un instrumento político o una “prótesis emocional”, más que una decisión de Estado. Por eso, dice, la oleada de violencia que asuela al país, y sobre todo a Ciudad Juárez, es responsabilidad directa del gobierno federal. Incluso le atribuye a la ineficiencia oficial lo que pueda ocurrirle a su familia, víctima –afirma– de extorsión y amenazas.
Ante la violencia desbordada en vastas zonas del país, con más de 16 mil muertos en tres años, la multiplicación del secuestro y la extorsión, así como la proliferación de quejas por violación a derechos humanos por las fuerzas castrenses y policiacas, Manuel Espino no vacila: el plan de “guerra” del gobierno de Felipe Calderón contra el crimen organizado es un completo fracaso.
“Es una estrategia fallida a nivel nacional”, enfatiza el expresidente del Partido Acción Nacional (PAN), quien advierte que el empecinamiento de Calderón de mantener el mismo plan es suicida.
“Es una estrategia fallida, pero si se sostiene será una estrategia suicida, porque se sabe de antemano que no funciona”, subraya Espino. “Es una estrategia que no tiene sustento en una labor de inteligencia y en una evaluación previa de las causas del problema. Más parece una prótesis política que una decisión de Estado”.
–¿Qué quiere decir con esto?
–Que con ello el gobierno se pretende justificar políticamente.
Añade: “Defiende a ultranza una estrategia que más bien parece justificación política, más bien parece tener orientación política-social y más bien parece ser el capricho del que gobierna, que la decisión de un estadista”.
Espino explica que el uso del Ejército Mexicano en la “guerra” contra el crimen organizado, que no les es propia, no sólo ha generado quejas –“reales y supuestas”– de violaciones a los derechos humanos, sino que ha sometido “a un severo desgaste” a la institución.
Parafraseando al general prusiano Carl von Clausewitz, un clásico de la estrategia militar, expone: “¿Estamos ante una guerra que es la continuación de la política por otros medios? ¿Al combatir el narcotráfico se persiguen también objetivos políticos? Sería muy grave que resultara cierta esa tesis, tan frecuentemente esgrimida y que cada día cobra mayor sentido”.
Censura: “No se pueden usar las armas como herramienta política o como prótesis emocional. El riesgo es máximo. Es prudente, urgente e imperativo dar a las Fuerzas Armadas su lugar en el recto orden del Estado, para que puedan seguir contribuyendo a crear un México más seguro, con respeto a la dignidad de las personas y justicia para todos”.
Y advierte: “De cara a 2010, en el que ya muchas voces advierten la amenaza de brotes subversivos, es imperativo contar con Fuerzas Armadas respaldadas por la confianza y la aprobación de la ciudadanía. Sólo así los hombres de armas podrán cumplir cabalmente con su papel constitucional primordial. Si el Ejército no militariza la política, el gobernante no debe politizar a los militares”.
En entrevista con Proceso, el jueves 10, dos días después de que difundió una carta abierta dirigida a Calderón para exigirle que “asuma su responsabilidad de la tragedia en Ciudad Juárez”, Chihua­hua, porque “estamos ante una guerra fallida (y) ante un estéril derramamiento de sangre”, Espino afirma que la violación de derechos humanos por parte de elementos del Ejército es “porque los fueron a meter a un terreno que no les es propio”.
Pero además, como ocurre en Juárez, la presencia del Ejército es sólo “escenográfica” porque, en vez de inhibir, ha estimulado las conductas criminales, como la extorsión de la que ya es víctima su propia familia que, el viernes 4, fue amenazada de sufrir secuestro si no cumplía con el pago de 2 mil dólares mensuales.
“La gente lo ve como un desfile. El convoy de vehículos de soldados o de policías federales por las calles principales de la ciudad es un desfile de carros alegóricos. Eso no da un solo resultado. La presencia militar ha sido eso: escenográfica, es parte de la escenografía de Juárez ver patrullas de soldados o policías por aquí y por allá. Desfiles nada más, transitan las calles.”
–Y por las calles transitan, impunes, los criminales…
–Por supuesto.
Este es un extracto del reportaje que se publica en la edición 1728 de la revista Proceso que empezó a circular el domingo 13 de diciembre.

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