Pedro Echeverría V
1. En los últimos días la joven periodista Carmen Aristegui, en un profundo reportaje respaldado en entrevistas en vivo a víctimas de abuso sexual ha puesto de cabeza, nuevamente, a la iglesia católica al profundizar una investigación sobre los llamados Legionarios de Cristo, acerca de la corrupción de su fundador Marcial Maciel y de decenas de actos de pederastia de Maciel y seguidores bien resguardos por la iglesia, dado que el cardenal Norberto Rivera de México y el mismo Papa Juan Pablo II, aparecen como encubridores. Mientras Aristegui destruye una de las bases más fuertes de sustentación ideológica del capitalismo, nuestros proclives periodistas de Televisa, TV Azteca y Radio Fórmula, junto a los "intelectuales" que entrevistan, les pagan para tergiversar, engañar y manipular para beneficio de gobiernos y empresarios.
2. Obvio, no es descubrir el hilo negro porque el control ideológico y económico de los empresarios de los medios de información en México es antiguo: desde principios del siglo XIX la prensa escrita estuvo en manos de empresarios y hacendados; a partir de los treinta del siglo pasado la radio mexicana apareció en el país bajo el dominio de unos cuantos grandes empresarios y 20 años después irrumpió la televisión que a partir de la implantación en el mundo del neoliberalismo y el total apoyo a la privatización en la década de los ochenta, se convirtió (la TV) en la manejadora de la conciencia del 90 por ciento de los habitantes del país. Es tan poderosa la empresa televisiva y de radio, que de cuarto poder se transformó en primer poder junto a la economía privada. Los pobres políticos, los más oportunistas, se arrastran ante esos medios.
3. La periodista Aristegui tiene tres ventajas que es difícil de superar:
a) Que sus patrocinadores prefieren siempre respetarla por su rating, es decir, por la enorme cantidad de radioescuchas que posee;
b) Porque no tiene temor a ir al fondo de las cosas, aunque la cesen del trabajo y
c) Por su gran capacidad intelectual, metodológica y agilidad de pensamiento. Ni es provocadora, ni incisiva, ni mordaz, pero tampoco permite que sus entrevistados se desvíen en palabrería. Da la impresión que Aristegui se conoce todos los temas o, antes de tratarlos, los estudia con gran detenimiento y se auxilia entrevistando a especialistas. Sin ser izquierdista, hace algunos años fue cesada de su programa por órdenes de Televisa y del Cardenal Rivera; ahora no sabemos de dónde podrá surgir otra combinación de fuerza para tratar de silenciarla.
4. Escribo sobre Aristegui como lo haría a favor del diario La Jornada y la revista semanal Proceso, aunque en ninguno de esos medios, en más de 25 años de articulista, me han abierto espacio alguno por "tener compromisos anteriores". La realidad es que si no contáremos en México con esos medios de información –rodeados de televisoras, radios y prensa escrita monopolizadas por grandes empresas fascistoides- la izquierda y los sectores progresistas ignoraríamos hasta lo más elemental de la situación del país. La realidad es que todos esos medios de información empresarial y comercial, han estado siempre al servicio del capital y de todos los negocios que realizan los inversionistas del país y de otras naciones. En vez de informar con objetividad y de ayudar al desarrollo de la conciencia crítica, se dedican a manipular a la población.
5. Pareciera que Aristegui es la única periodista mexicana que no trabaja por consigna o mandato de algún aparato de poder. Su estilo como entrevistadora hace pensar que ella sólo está empeñada en lograr acercarse a la verdad de los hechos. De manera paciente está haciendo las preguntas adecuadas y explicando las relaciones que una cosa tiene con otra. En tanto todos los medios tienen un cuadro de colaboradores, comentaristas o articulistas escogidos por la empresa por su ideología y disciplina, Aristegui –en busca de acercarse a la verdad- hace hablar a izquierdas, derechas, centros y de todos los colores e intereses. No parece querer manipular nada, tal como lo hace casi el 100 por ciento de los medios informativos, sino por medio de confrontación de declaraciones e ideas va construyendo el conocimiento que se necesita en cada hecho.
6. No se trata –como los Dóriga, Alatorre, Loret de Mola, Ciro Comes, Cárdenas o Ruiz Gili- de golpear o intimidar a un político, a un empresario, artista o deportista por encargo de la empresa a que pertenecen para luego negociar con él; tampoco simplemente de entretener al auditorio con bobadas, sino de profundizar de manera independiente los análisis de los problemas para que la población conozca lo que sucede en el país. Aristegui, en todos los noticiarios matutinos de seis a 10 de la mañana, busca penetrar profundo en los problemas. Pero alguien me preguntaría con razón: ¿Qué puede esperarse de los magnates del capital que controlan el 99 por ciento de los medios de información en el país? ¿Esperas acaso que hagan a un lado sus intereses, sus ganancias, a sus socios capitalistas, para que sirvan al pueblo explotado?
7. Si bien La Jornada, Proceso, al funcionar como cooperativas, difícilmente pueden ser asimilados por el Estado como ha sucedido con todos los medios de información impresos, a Carmen Aristegui pueden cesarla nuevamente por los mismos que trataron de destruirla hace unos años: Televisa, el alto clero mexicano y el gobierno de Felipe Calderón. No olvidemos que en México –como toda su historia enseña- todo se negocia, todo es una mercancía que se vende y se compra. Aristegui no ha estado en venta, así como los más enraizados izquierdistas luchadores sociales, pero los agentes del capitalismo no descansan. De todas maneras Aristegui está haciendo historia destruyendo una de las bases esenciales del capitalismo opresor. Debemos aprender y ella y apoyarla en sus diarias acciones.
pedroe@cablered.net.mx
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