viernes, 5 de febrero de 2010

¿NO HAY SALVACIÓN?

Clara Scherer
05-Feb-2010
Una sociedad y un gobierno que olvidan el valor de la palabra, pronto encuentran el silencio mortal en la cara de sus niños y jóvenes.

A los 15 años, cuando el rubor en la cara denuncia que se vive apasionado con la esperanza. A los 16, ilusionados de revolotear cual mariposas en torno al fuego del amor. A los 17, cuando se cree que ya se sabe mucho de la vida. O a los 18, feliz de ya tener credencial del IFE, no es momento de cerrar los ojos. Cuando se alcanzan esos años, los afanes de una sociedad están cristalizando en realidades construidas día tras día, por las madres, los padres, las maestras, los maestros, las amigas y los amigos. Tanta gente empeñada en apoyar a una chiquitina, a un pequeñín a pararse sobre sus pies, y decir con voz firme: yo quiero, dando pasos hacia su destino. No, ese no es momento de que les cierren la boca para siempre y dejen que el silencio y el olvido ocupen su lugar.
Una sociedad que no apoya, que no encauza, que no abre espacios para esos y esas jóvenes, es una sociedad, evidentemente, sin futuro luminoso.
Un gobierno que considera que la seguridad la puede imponer la policía, sin pensar que sin acuerdo no hay manera de ordenar ni siquiera una vida.
Una sociedad y un gobierno que olvidan el valor de la palabra, pronto encuentran el silencio mortal en la cara de las niñas, los niños, las muchachas y los muchachos.
Los arreglos políticos han logrado diluir la responsabilidad de cualquier funcionario, de cualquier nivel de gobierno, de cualquier institución. La palabra no tiene valor, porque nada la sostiene. El juramento de hacer valer la ley, si no fuera por las tragedias vividas en Hermosillo, en Ciudad Juárez, en la Ciudad de México, daría mucha risa. Cualquiera jura hacerla valer y, al siguiente minuto, ya esta tramando cómo ganarle la partida a esa misma ley. La lista de funcionarios que lo demuestra es interminable. Esta desgracia tiene nombre y es, por supuesto, la multicitada impunidad. ¿Qué hacer ante esta calamidad?
Los pueblos han tenido claridad en el valor de la palabra empeñada. Por eso, antes de cualquier declaración, se jura decir la verdad. El perjurio es un delito considerado muy grave, porque las sociedades se sostienen por el cumplimiento a la palabra, porque es la que garantiza un mínimo de reciprocidad, un mínimo de seguridad y de confianza en la otra, en el otro. Cuando no hay mecanismos para hacerla cumplir, cualquier otro mecanismo que busque cohesionar una sociedad, se corroe.
Las palabras dichas tras la catástrofe de Ciudad Juárez las hemos escuchado desde hace muchos años, luego del espeluznante capítulo de las mujeres asesinadas. Nadie las hizo realidad. Ni el gobernador ni el presidente municipal ni los secretarios de seguridad o la policía o el Ejército. Ni el PAN, el PRI, el PRD. Vivir en Ciudad Juárez cada vez atemoriza más y, seguramente, los que han podido ya salieron de ahí. Quienes se quedan, deben temerle hasta a su sombra. Por eso, una de las medidas urgentes es lograr que las leyes, las promesas, el juramento de hacer cumplir la ley, tenga un “alguien” concreto al que responsabilizar por el incumplimiento, por la fractura de la sociedad, por el olvido de las esperanzas, por la muerte de inocentes.
*Licenciada en pedagogía y especialista en estudios de género
claschca@prodigy.net.mx

No hay comentarios:

Publicar un comentario