Hoy sábado 6 de febrero, una semana después de la masacre estudiantil en Ciudad Juárez, os escribo siguiendo una promesa. Se la hice a Dolores Torres hace unas horas en la misma calle de la matanza. De 84 años de edad. Madre de una hija y de dos nietos: que no pueden dormir. Desde que escucharon los balazos. Y vieron a sus vecinos muertos.
Nunca me habían pedido esto. Lo hizo tomando mis manos y llorando:
-"Usted como prensa es el cuarto poder. No deje que Juárez desaparezca, se lo pido por favor. Mi hija va a huir pero yo me pienso que dar aquí. Es mi patria y no la voy a abandonar, menos ahora cuando más me necesita. El silencio provoca injusticia, sólo los muertos se quedan en silencio. Y moriré con el espíritu de lucha de mis familiares, revolucionarios con Pancho Villa".
Y Dolores lo dice en el patio de su hogar, colindante con las tres casas donde fueron acribilladas 28 personas y 15, no 16 (las autoridades acaban de rectificar que se confundieron con uno de los muertos de aquel mismo día en otro suceso, una adolescente de 13 años) que murieron. Me lo pide bajo la mirada de dos camionetas de la Cipol, los oficiales policiacos estatales, que al verme que sacaba mi grabadora para entrevistar a Dolores, se han acercado dos de ellos (Esparza y Guerrero) para preguntarme mi nombre y el medio en el que trabajo.
Ella vio cómo mataron a su vecino de enfrente, que salió a buscar a su hijo (ahora herido) cuando comenzó a escuchar los disparos. Con ella permanece la mirada de uno de los adolescentes con 18 tiros en su cuerpo: "Me acerqué y lo abracé y me dijo: "hable con mi mamá".
También vio que las ambulancias no llegaron hasta hora y media después de la masacre. A pesar de que la clínica del seguro social se encuentra a 5 minutos en carro de la calle. Y vio cómo los militares, federales y policias se presentaron 40 minutos después de la masacre. A pesar de que la estación de policia Bitácora, convertida en un campamento militar está a unos 7 minutos del lugar y la ciudad se ha convertido en retenes constantes de los militares dentro de la llamada guerra contra el narcotráfico del presidente Felipe Calderón.
La calle Villas del Portal está sola. A pesar de que es sábado y que el sol brilla con fuerza bajo un azul poderoso. De repente, tres mujeres surgen entre la soledad. Una de ellas lleva una enorme biblia en sus manos. La otra, una más pequeña. Y la tercera, un botecito de color verde con aceite. Y comienzan a acercarse a cada una de las casas de la matanza. Rezan, las ungen en el aceite. Para después continuar con el resto de la calle. "No tenemos miedo, confiamos en el señor", afirma Alicia Guerrero, de 55 años y madre de 4 hijos.
La calle Villas del Portal es un fantasma de horror con casas que se van abandonando por los vecinos. Por ahora, son 8. Muchos de ellos están en otras partes de la ciudad con amigos y familiares hasta que puedan conseguir dinero para huir al interior de México. "Los conocía desde niños, los mejores estudiantes, deportistas, buenos hijos que ayudaban a sus padres, que estudiaban y trabajaban. No eran pandilleros ni narcos como el presidente Calderón quiere hacer creer ", dice uno de los vecinos, que prefiere no dar su nombre por temor a represalias.
Son la 1 de la tarde. La colonia comienza a ser tomada por los militares y los federales. La toma se produce unos diez minutos después de que los vecinos se reúnan en una asamblea pública en el parque de la Colonia Villas de Salvárcar, a unas dos cuadras de la matanza. Los vecinos están organizando una serie de acciones para defender a su colonia. Acuerdan que no dejarán que se instalen casillas electorales para votar hasta que se haga justicia, las fuerzas federales dejen la ciudad y el presidente de México renuncie. También, dicen que lanzarán como candidato a alcalde a una de las madres de las víctimas y como ediles a los adolescentes muertos ¨para que no ser rían más del pueblo¨. El próximo sábado se manifestarán en uno de lo puentes internacionales, que unen Ciudad Juárez, la ciudad más peligrosa del mundo desde hace dos años, con El Paso, Tejas, la segunda más segura de EE.UU.
Tres madres se abrazan. Sin que de su rostro salga una lágrima. Estas las dejan para la noche, cuando se encierran en sus casas y encuentran la soledad.
Llevan tres carteles: "Calderón asesino de estudiantes" "Pedimos justicia para los estudiantes caídos ", "Pedimos ayuda a los países extranjeros ".
"No vamos a dejar Ciudad Juárez. Vamos a luchar por nuestros hijos muertos y los vivos", dice Luz María Dávila, madre Marcos Piña, de 19 años y José Luis, de 16, los dos únicos hijos que esta trabajadora de una maquiladora quiso tener con su esposo para darles un mejor futuro.
Y lo consiguió. Hasta que los mataron. Marcos era estudiante de Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, por las tardes. Por el día, era un trabajador en la misma maquiladora donde trabajan sus padres. En la madrugada estudiaba en la casa. En el fin de semana, jugaba a béisbol.
En el mismo momento que murió fue un pandillero. Como el resto de los chicos que estaban en una fiesta donde no se encontró ni una botella de alcohol y era supervisada por una madre, que se debate entre la vida y la muerte.
Su hermano José Luis estudiaba la prepa y trabajaba desde los 13 años de edad en un supermercado.
Se conviertieron en pandilleros sin investigar, y según el presidente Calderón, el alcalde José Reyes Ferriz y al gobernador José Reyes Baeza.
También vio que las ambulancias no llegaron hasta hora y media después de la masacre. A pesar de que la clínica del seguro social se encuentra a 5 minutos en carro de la calle. Y vio cómo los militares, federales y policias se presentaron 40 minutos después de la masacre. A pesar de que la estación de policia Bitácora, convertida en un campamento militar está a unos 7 minutos del lugar y la ciudad se ha convertido en retenes constantes de los militares dentro de la llamada guerra contra el narcotráfico del presidente Felipe Calderón.
La calle Villas del Portal está sola. A pesar de que es sábado y que el sol brilla con fuerza bajo un azul poderoso. De repente, tres mujeres surgen entre la soledad. Una de ellas lleva una enorme biblia en sus manos. La otra, una más pequeña. Y la tercera, un botecito de color verde con aceite. Y comienzan a acercarse a cada una de las casas de la matanza. Rezan, las ungen en el aceite. Para después continuar con el resto de la calle. "No tenemos miedo, confiamos en el señor", afirma Alicia Guerrero, de 55 años y madre de 4 hijos.
La calle Villas del Portal es un fantasma de horror con casas que se van abandonando por los vecinos. Por ahora, son 8. Muchos de ellos están en otras partes de la ciudad con amigos y familiares hasta que puedan conseguir dinero para huir al interior de México. "Los conocía desde niños, los mejores estudiantes, deportistas, buenos hijos que ayudaban a sus padres, que estudiaban y trabajaban. No eran pandilleros ni narcos como el presidente Calderón quiere hacer creer ", dice uno de los vecinos, que prefiere no dar su nombre por temor a represalias.
Son la 1 de la tarde. La colonia comienza a ser tomada por los militares y los federales. La toma se produce unos diez minutos después de que los vecinos se reúnan en una asamblea pública en el parque de la Colonia Villas de Salvárcar, a unas dos cuadras de la matanza. Los vecinos están organizando una serie de acciones para defender a su colonia. Acuerdan que no dejarán que se instalen casillas electorales para votar hasta que se haga justicia, las fuerzas federales dejen la ciudad y el presidente de México renuncie. También, dicen que lanzarán como candidato a alcalde a una de las madres de las víctimas y como ediles a los adolescentes muertos ¨para que no ser rían más del pueblo¨. El próximo sábado se manifestarán en uno de lo puentes internacionales, que unen Ciudad Juárez, la ciudad más peligrosa del mundo desde hace dos años, con El Paso, Tejas, la segunda más segura de EE.UU.
Tres madres se abrazan. Sin que de su rostro salga una lágrima. Estas las dejan para la noche, cuando se encierran en sus casas y encuentran la soledad.
Llevan tres carteles: "Calderón asesino de estudiantes" "Pedimos justicia para los estudiantes caídos ", "Pedimos ayuda a los países extranjeros ".
"No vamos a dejar Ciudad Juárez. Vamos a luchar por nuestros hijos muertos y los vivos", dice Luz María Dávila, madre Marcos Piña, de 19 años y José Luis, de 16, los dos únicos hijos que esta trabajadora de una maquiladora quiso tener con su esposo para darles un mejor futuro.
Y lo consiguió. Hasta que los mataron. Marcos era estudiante de Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, por las tardes. Por el día, era un trabajador en la misma maquiladora donde trabajan sus padres. En la madrugada estudiaba en la casa. En el fin de semana, jugaba a béisbol.
En el mismo momento que murió fue un pandillero. Como el resto de los chicos que estaban en una fiesta donde no se encontró ni una botella de alcohol y era supervisada por una madre, que se debate entre la vida y la muerte.
Su hermano José Luis estudiaba la prepa y trabajaba desde los 13 años de edad en un supermercado.
Se conviertieron en pandilleros sin investigar, y según el presidente Calderón, el alcalde José Reyes Ferriz y al gobernador José Reyes Baeza.
*Hoy fueron asesinadas 9 personas en Ciudad Juárez. Estas ya pasaron a la lista de las personas asesinadas por tener vínculos con el narcotráfico. El ambiente que se respira en Ciudad Juárez es de revolución o de temor que lleva a huir. Desde que el presidente Calderón comenzó su llamada guerra contra el narcotráfico hace 23 meses, los crímenes, extorsiones, secuestros y robos se dispararon en Ciudad Juárez. Por ahora, son más de 4.500 asesinados. Bajo el imperio de la impunidad y, en muchos casos, la justicia de los chivos expiatorios. En esta ciudad fronteriza de 1 millón 300 mil habitantes hay unos 10 mil niños huérfanos por esta guerra. Según datos extra oficiales, unas 150 mil personas han huido de Juaritos hacia el interior de México o a Estados Unidos.
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