Para ser una de las 100 empresas que son miembro del FORO ECONÓMICO MUNDIAL, se exige que su facturación sobrepase la cantidad de cinco mil millones de dólares. Además de estas cien empresas, asisten anualmente a Davos, lugar en Ginebra donde, desde el año de 1.971 se reúne este Foro, aproximadamente 40 presidentes de los países más desarrollados del mundo y este año, han realizado la cuadragésima reunión, en medio de la crisis de la recesión que estrenara Leman Brothers a finales del año pasado y que desencadenó la crisis económica que hoy tratan de ocultar o minimizar, en un encuentro donde, como suele suceder, no se llegan a acuerdos de ningún tipo.
Davos no es otra cosa que un aquelarre en donde concurren todos los brujos y hechiceros de capitalismo, una fiesta, hasta ahora, donde, desde los Alpes, se diseñaba como perpetuar el despojo de todo lo que pudiese convertirse en riqueza, al resto del planeta, donde además se disfrazaba con traje de humanismo a este despojo y donde Enero tras Enero, al tintinear de escoceses y descorche de champagne, se confabulaban las transnacionales. Este año el pánico rondó los pasillos y amargó la cara de tan distinguidos invitados.
El paro provocado por la crisis, apenas y empieza a ser temido, a ser diagnosticado como detonante de próximas revueltas y explosiones sociales que, desgraciadamente para ellos, para todos los presentes, pasarán a congraciarse con las fuerzas de cambio que suenan sus campanas desde los continentes del tercer mundo.
El capitalismo, imperialismo o poderes económicos, como quiera que quieran definirlo, tiene un grave problema en su propia constitución: no hay manera de que acepte ser regulado. El ansia de riqueza es, desde hace siglos, un síntoma desbordado e irrefrenable. Cada miembro de Davos, podrá jurar cualquier cosa cuando asisten al aquelarre, pero saldrán a buscar su máximo beneficio en el ejercicio del egoísmo notorio que caracteriza a sus miembros. Será imposible llegar más allá de las normas implantadas por la política de Obama de “revisar” los estados de cuenta de las grandes corporaciones y todos saben que se preparan excelentes contadores y economistas para maquillar y montar falsos balances, en tiempos de crisis es más desesperada la necesidad de la ganancia, el pánico los toma a todos y cada quien solo atina a buscar el mas apetitoso pedazo del pastel, es una arrebatiña final en la que ningún valor ético o moral puede tener cabida.
Como en anteriores crisis y depresiones, el sistema recurrirá a la guerra como salida, los movimientos estratégicos del pentágono anuncian que sonarán los tambores imperiales, Irán y Venezuela están bajo su mira, pero esta crisis va un poco más allá. Estamos en presencia de una crisis terminal, el colapso ecológico, la proximidad de un final trágico para toda la especie, la asfixia de todos es una realidad imposible de ocultar, la humanidad podrá ser manipulada, pero nuestro espíritu de sobrevivencia tiene un olfato infalible. Esta crisis debe ser de cambios radicales en la historia del hombre, o se supera la crisis o perecemos todos en ella, tan sencillo.
La vía socialista, planteada desde Venezuela desde hace once años, que ha crecido con la levadura de la conciencia en los países suramericanos, centroamericanos y caribeños, terminará pasando al África y subirá a Europa, América del Norte de igual forma comenzará junto a los pueblos del mundo a entender que debemos asumir el compromiso histórico de hacer una revolución mundial o perecer en el intento.
Este año no hubo champagne en Davos, las caras eran largas y desgarbadas. El juego se les está saliendo de sus manos, el capitalismo, repito, no sabe estar de acuerdo, es egótico, unipersonal, no hay nada más cobarde que un billete de un dólar, no hay remedio, eso no podrá cambiar y terminará la fiesta en una gran tragedia.
Debe empezar la respuesta de los pueblos, ante el fracaso de Davos y el anterior fracaso de Copenhague, la humanidad debe entender que el destino de todos debemos asumirlo juntos, que la convocatoria a la Quinta Internacional Socialista pasa de ser un mero gesto de solidaridad entre las naciones comprometidas en el cambio, a un acto mundial por la preservación de nuestra vida y del planeta, es la puerta necesaria para que termine de morir el sistema del capitalismo imperial y se abra paso al socialismo, debe ser el centro de gravedad donde se encuentren y coordinen todas y cada una de las fuerzas revolucionarias, por más diversas que estas sean, todas en torno de una sola visión: solo el socialismo tiene la respuesta a la crisis, solo su triunfo garantizará una salida a la vida digna, solo la unión de todos nos dará la fuerza necesaria para vencer a los millonarios de Davos y sus empresas asesinas, su mundo de mercado y su globalización totalitaria que nos mantiene sentenciados a la muerte.
Davos no es otra cosa que un aquelarre en donde concurren todos los brujos y hechiceros de capitalismo, una fiesta, hasta ahora, donde, desde los Alpes, se diseñaba como perpetuar el despojo de todo lo que pudiese convertirse en riqueza, al resto del planeta, donde además se disfrazaba con traje de humanismo a este despojo y donde Enero tras Enero, al tintinear de escoceses y descorche de champagne, se confabulaban las transnacionales. Este año el pánico rondó los pasillos y amargó la cara de tan distinguidos invitados.
El paro provocado por la crisis, apenas y empieza a ser temido, a ser diagnosticado como detonante de próximas revueltas y explosiones sociales que, desgraciadamente para ellos, para todos los presentes, pasarán a congraciarse con las fuerzas de cambio que suenan sus campanas desde los continentes del tercer mundo.
El capitalismo, imperialismo o poderes económicos, como quiera que quieran definirlo, tiene un grave problema en su propia constitución: no hay manera de que acepte ser regulado. El ansia de riqueza es, desde hace siglos, un síntoma desbordado e irrefrenable. Cada miembro de Davos, podrá jurar cualquier cosa cuando asisten al aquelarre, pero saldrán a buscar su máximo beneficio en el ejercicio del egoísmo notorio que caracteriza a sus miembros. Será imposible llegar más allá de las normas implantadas por la política de Obama de “revisar” los estados de cuenta de las grandes corporaciones y todos saben que se preparan excelentes contadores y economistas para maquillar y montar falsos balances, en tiempos de crisis es más desesperada la necesidad de la ganancia, el pánico los toma a todos y cada quien solo atina a buscar el mas apetitoso pedazo del pastel, es una arrebatiña final en la que ningún valor ético o moral puede tener cabida.
Como en anteriores crisis y depresiones, el sistema recurrirá a la guerra como salida, los movimientos estratégicos del pentágono anuncian que sonarán los tambores imperiales, Irán y Venezuela están bajo su mira, pero esta crisis va un poco más allá. Estamos en presencia de una crisis terminal, el colapso ecológico, la proximidad de un final trágico para toda la especie, la asfixia de todos es una realidad imposible de ocultar, la humanidad podrá ser manipulada, pero nuestro espíritu de sobrevivencia tiene un olfato infalible. Esta crisis debe ser de cambios radicales en la historia del hombre, o se supera la crisis o perecemos todos en ella, tan sencillo.
La vía socialista, planteada desde Venezuela desde hace once años, que ha crecido con la levadura de la conciencia en los países suramericanos, centroamericanos y caribeños, terminará pasando al África y subirá a Europa, América del Norte de igual forma comenzará junto a los pueblos del mundo a entender que debemos asumir el compromiso histórico de hacer una revolución mundial o perecer en el intento.
Este año no hubo champagne en Davos, las caras eran largas y desgarbadas. El juego se les está saliendo de sus manos, el capitalismo, repito, no sabe estar de acuerdo, es egótico, unipersonal, no hay nada más cobarde que un billete de un dólar, no hay remedio, eso no podrá cambiar y terminará la fiesta en una gran tragedia.
Debe empezar la respuesta de los pueblos, ante el fracaso de Davos y el anterior fracaso de Copenhague, la humanidad debe entender que el destino de todos debemos asumirlo juntos, que la convocatoria a la Quinta Internacional Socialista pasa de ser un mero gesto de solidaridad entre las naciones comprometidas en el cambio, a un acto mundial por la preservación de nuestra vida y del planeta, es la puerta necesaria para que termine de morir el sistema del capitalismo imperial y se abra paso al socialismo, debe ser el centro de gravedad donde se encuentren y coordinen todas y cada una de las fuerzas revolucionarias, por más diversas que estas sean, todas en torno de una sola visión: solo el socialismo tiene la respuesta a la crisis, solo su triunfo garantizará una salida a la vida digna, solo la unión de todos nos dará la fuerza necesaria para vencer a los millonarios de Davos y sus empresas asesinas, su mundo de mercado y su globalización totalitaria que nos mantiene sentenciados a la muerte.
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