“No es bueno cansarse intentando acabarlo pronto”
Febrero 12, 2010
Clara Scherer
12-Feb-2010
Para crear una alfombra firme en la que nos paremos democráticamente, necesitamos telar.
Las mujeres de antaño sabían cómo hacer prendas con diversas puntadas. Por ejemplo, el punto de Richelieu, en el que primero hay que bordar y luego hacer los huecos para dar la forma, lo que requiere una destreza semejante a la del personaje del que toma el nombre; otra puntada es la de bolillo; otra más, el guipur. Una, complicadísima, “hazme si puedes”. Y utilizaban agujas o ganchillo; lo hacían en telar o en bastidor. Cada uno de estos artefactos servía para determinadas ropas. No todo puede hacerse con ganchillo o, como saben bien las expertas, los trapos más pequeños no requieren telar.
Las abuelas decían a las niñas que lo primero era guardar silencio y atender los movimientos de las manos de quien estaba haciendo el tejido. Punto importantísimo ahora que en muchos lugares del país están con ánimo de tejedores. Escuchar y observar, antes que vociferar. Ellas recomendaban paciencia y no darse por vencidas; mucho menos, creer en la mala vibra de quienes les gritaban o les susurraban: “No vas a poder”.
Las alianzas que se están tejiendo, en unos casos han requerido gancho y agujas, y pocos de los aprendices saben por dónde están pasando los hilos. Lo claro son las manos que están moviendo los instrumentos en la bella tierra mexicana, que no son las de los priistas, sino de quienes quieren quitarles el poder. Preocupa que se les enreden los hilos y que la probabilidad de avanzar siquiera en la alternancia acabe simulando un firme tejido que, al día siguiente de las elecciones, se desvanezca en el aire.
Para crear una alfombra firme en la que nos paremos democráticamente, necesitamos telar. El más grande que se pueda construir. Para ello, la participación de los 32 hilos no sólo es obligatoria, sino absolutamente indispensable. Y estos hilos son de hebra doble: mujeres y hombres. La democracia no es tal si faltan las mujeres.
Luego, hay que buscar hilos que resistan, que no se quiebren al primer jaloneo. Cada día es más difícil hallarlos, pero los hay. Esos son los que deben ir amarrando a los que tienen funciones específicas y valiosas: vigilar, participar, denunciar.
Para que no haya enredo, es urgente darles un fuerte baño de tolerancia, pues el respeto hace milagros en eso de avanzar a la siguiente vuelta (del tejido).
Las abuelas decían: “No es bueno cansarse intentando acabarlo pronto”. Eso provoca que el tejido quede muy apretado y no luce. Razón por la que debe darse espacio para reposar. Después de un buen amarre, dejar pasar tiempo, ver cómo está la prenda y tomar decisiones acerca de qué falta, por dónde seguir, si es mejor con gancho o hacer las necesarias disminuciones para que las mangas, indispensables para los brazos operativos, o el cuello, que sostiene la cabeza, puedan detallarse. Es cuestión de calibrar la fortaleza.
El remate, al final, es un paso difícil. Se puede ir anudando, desvaneciendo, recortando. Aquí, siempre hay que recurrir al buen sentido y, a veces, probar varias formas. De cualquier manera, no hay receta, lo mejor es el buen sentido, eso que le dicen “el sentido común”, aunque es el menos común de los sentidos.
Porque somos muchas y muchos que queremos un maravilloso textil. ¡Aprendices de tejedores, escuchen a las abuelas!
*Licenciada en pedagogía y especialista en estudios de género
clascha@prodigy.net.mx
viernes, 12 de febrero de 2010
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