lunes, 28 de septiembre de 2009

Alternativas a los impuestos

por: Carlos Valdez Davila

La discusión que tiene lugar en el Congreso en estos días, a menudo de una violencia simbólica palpable, es la respuesta a una iniciativa presidencial, más que de los diputados, de sus partidos. En este sentido es sensible la falta de un verdadero debate como los que podemos seguir, de vez en cuando, en el Parlamento español o en los mismos Estados Unidos.
Aquí bastó con que un diputado atrevido iniciara su perorata ofendiendo a sus colegas para que éstos pasaran más de una hora injuriándolo y, por tanto, perdiendo el tiempo (el tiempo de nosotros, el que deberían dedicarnos). Me aburrió la discusión por tanta banalidad y, sobre todo, carencia de argumentos serios en uno u otro sentido del tema que debería debatirse.
La iniciativa que implica imponer un impuesto generalizado al consumo es de suma importancia como para que se restringa, como es el caso, a ofensas personales, acusaciones arbitrarias, palabras soeces. Es evidente que el rechazo a un impuesto que golpee todavía más la ya precaria dieta de los mexicanos más pobres es un atentado, de ahí que esperemos de la LXI Legislatura un poco más de seriedad de la que tuvieron sus predecesores y la cordura necesaria como para que regresen al Ejecutivo no una charola de ofensas, sino un proyecto. De ahí que me parezca importante ingresar en la polémica y proponer algunas ideas que sin duda son irrelevantes para nuestros diputados, pero que quizá merezcan algunos minutos de un lector perspicaz.
Si de lo que se trata es de obtener recursos y ayudar a los millones de pobres que han crecido en número de manera exponencial habría que revisar las fuentes de su pobreza, que hasta ahora no lo son los impuestos, al menos no de manera directa. En cambio, el coste de la vida sí tiene otras causales muy directas y más evidentes.
Tenemos una gasolina cara que es inexplicable en un país productor. Pagamos nosotros la ineficacia de Pemex a la vez que el abuso que por décadas han llevado a cabo nuestros gobernantes que le han impedido a la paraestatal eficientarse. La gasolina, como la pagamos nosotros, eleva en mucho el costo de la vida. Ésta va aparejada con un servicio de energía eléctrica carísimo para todos pero en especial para quienes producen comida. La Comisión Federal es el mayor enemigo directo del productor agrícola. Otro de los elementos más extraños de nuestra cadena de oprobios es Telmex. Hace 15 años Carlos Slim no figuraba; nadie en México conocía su existencia, menos en el extranjero. Hoy en día es el segundo (¿el primer?) hombre más rico del mundo. Todos trabajamos para él, aun la persona más pobre del país está atada a este magnate a quien Carlos Salinas de Gortari entregó la mayor parte del pastel de México. ¿Cómo puede ser posible que nuestros diputados no pongan un hasta aquí a esta empresa lucrativa, onerosa?
Otra fábrica de pobres es la medicina de patente. Ya lo había dicho aquí: un mismo medicamento, mismo laboratorio (por ejemplo Pfizer), mismo número de píldoras cuesta en España o Francia el 28 ó 29 por ciento de lo que pago en Saltillo. Esto significa que una persona pobre que compra una medicina por la que paga 100 pesos debería adquirirla en 28 (si nuestros gobernantes no permitieran a los laboratorios que nos expoliaran día a día, como se lo permiten a Slim). Pero la cereza en el pastel es la Banca. No sé por qué, pero nuestros bancos están entre los más gravosos del mundo. La Comisión Nacional Bancaria, por razones ignotas, les ha permitido saquear al país. Vaya usted a España y revise el costo de los créditos de vivienda: están entre el 4 y 4.5 por ciento anual. Los mismos bancos, Bilbao-Vizcaya o Santander, acá nos saquean hasta lo indecible. Allá también se enriquecen, pero de manera, digamos, aceptable.
La pregunta que surge es si los 500 diputados encontraron en la iniciativa de Calderón para crear un impuesto del dos por ciento, un tema para lucir su retórica. Es evidente que deben velar por el bienestar de las mayorías, pero deberían hacerlo en todos los aspectos que avasallan a los pobres y no nada más en el discurso, porque lo que acuerden, sí o no al impuesto, no mejorará en nada la vida de los miserables. Bajar la gasolina, someter a Slim y a los banqueros, reorganizar Pemex, reprimir el saqueo de los laboratorios farmacéuticos y, de paso, dejar de ser como burócratas una carga para México, podría ser de más ayuda a los pobres que la sátira que representen cotidianamente en el Congreso de la Unión.
Mal empezaron los nuevos diputados, pero les queda mucho tiempo para trabajar en pro de los desheredados, su prioridad. ¿Tendrán la capacidad de pensar en algo más que su próximo cargo o en su bolsillo? Algunos sí, la mayoría no. Y, sin embargo, necesitamos creer en su entereza, en su amor por la Patria. ¿No será que somos demasiado crédulos?

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