Todos los contendientes saben, y así lo asumen en sus aprestos, que del resultado de las urnas en julio de 2011 para la gubernatura mexiquense dependerá mucho de lo que suceda en 2012. El PRI vocea, ante quien se deja, su seguridad de ganar ambas contiendas con un margen incuestionable, ya cargado de antemano en su favor. Para tal fin publicó, desde Toluca y sin dejo de pudor legal alguno, la encomienda, al aparato de gobierno, de la gestión electoral. El PAN, poco seguro de su aceptación, busca refugio entre los programas federales, tal como ocurrió en las elecciones pasadas de este 2010. La izquierda, en una jugada inesperada para muchos, optó por jugársela con una alianza popular desde la base misma de la población. No ha perdido el tiempo, pues sabe de sus muchas desventajas frente a sus contrincantes, bien pertrechados con los recursos que les acerca el poder.
Los estrategas de Peña Nieto le diseñaron, durante parte de este año, sendos foros (titulados de reflexión) para pulir la vacía imagen que le ha generado su intensa propaganda, en especial la originada en Televisa. Se supone que con tales eventos y junto a participantes de renombre el citado gobernador adquiriera, aunque fuera por simple ósmosis, algo de la solidez conceptual cuya carencia le aqueja. Mientras esto ocurría, López Obrador y los militantes partidistas del PT, PRD y Convergencia en el estado daban inicio a una extenuante gira (llamada de la lealtad) por todos los municipios mexiquenses. Apenas concluida este fin de semana pasado, se calcula, de manera conservadora, que dicha gira permitió entrar en contacto, durante 124 actos masivos, con unos 150 mil participantes. Falta el cierre programado para el domingo 14 venidero en Toluca, donde se espera reunir a 40 mil asistentes adicionales. El PRI sabe que una elección como la de 2011 no se gana ni con foros ni, tampoco, con discursos cargados de deber ser, posturas ideales para engatusar incautos. Por eso ha desplegado todo un ejército partidista que abarcará el territorio mexiquense completo. Buena parte de tal trabuco se integra por maestros del ámbito local, y otros de refuerzo que pondrá el SNTE, por acuerdo con la maestra Gordillo, ave de toda transa electoral. El PAN, ya bastante retrasado, llevará en mano el padrón de beneficiarios de los programas sociales de la Federación. Sus delegados federales serán los encargados de tal encomienda a la que, sin duda, aceitarán con recursos adicionales. Los dirigentes del PRD, sus aliados, pondrán la marca registrada.
Como bien se ve, las perspectivas no se atisban lisas ni apegadas a derecho. Se espera, eso sí, que las tensiones que se generen durante este periodo, y por la importancia de lo que está en juego, clarifiquen los límites a que llegarán los dos oficialismos, el del PAN y el del PRI. La izquierda (sin la burocracia del PRD) tendrá que sostenerse con el único ingrediente que puede ayudarle a presentar pelea: el apoyo de aquellos que buscan una más equitativa justicia distributiva. Serán, por tanto, enormes sectores de la sociedad que, por lo demás, han salido perjudicados, tanto por el abandono en que los tiene el gobierno de Toluca como por el deterioro general ocasionado por el modelo de acumulación desmedida de la riqueza.
La idea de un PRI local cuasinvencible carece de sustento más allá de la abrumadora propaganda en medios ensayada desde hace ya más de cinco años. El adalid, Peña Nieto, tiene, en efecto, pies de barro y se los heredará a quien resulte su emergente. Basta un somero recorrido por el estado para percatarse de la terrible situación económica, social y cultural en que se debaten sus pobladores. El empobrecimiento de sus clases medias es tan notorio como amargo. No bien salían de la precariedad que las acompañó en su emigración desde las diversas regiones del país, cuando han visto truncados sus deseos de progreso. Las áreas situadas lejos de la conurbación con el Distrito Federal se mantienen en vilo, pero en cualquier momento pueden ser arrastradas hacia la pobreza o marginación. Las partes que están conurbadas, con algunas raras excepciones, fluctúan entre el coraje y la desesperanza por las promesas incumplidas de mejoría o cambio. Sus asentamientos, por demás irregulares desde el trazado urbano, pasando por la más grotesca aglomeración de colores, tamaños y formas, hasta desembocar en el caótico transporte o los servicios públicos, son, y serán por décadas, marcas indelebles del desarrollo deformado. El panorama del estado de México detalla, hoy en día, una prolongada fila de changarros, puestos de tacos, merenderos y demás actividad informal de donde una gruesa capa de trashumantes se cuelga para subsistir. Con este bagaje a cuestas se terminará el presente año de tanteos y trabajos con la vista fija en 2011.
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