Jacobo Zabludovsky
Frente a nuestra derrota en esta guerra, es hora de pensar si no es otra la guerra verdadera.
El estrepitoso y trágico desastre bélico en que nos metimos a fondo hace unos cuatro años, nos obliga a pensar que tal vez nos equivocamos, que enfrentamos a un peligro oculto tras los molinos de viento, agazapado en sueños de loco armado por sí mismo caballero andante, enemigo escondido dispuesto a dar el zarpazo final de un momento a otro.
Sólo así, admitiendo la posibilidad de que la causa de la muerte de 30 mil personas en este lapso no sea el narcotráfico, podríamos llegar a saber contra quién peleamos de verdad y hacerle frente en lógica consecuencia.
La idea es aventurada. Pero si el presidente Felipe Calderón nos sorprende usando una frase de Winston Churchill al arengar a los mexicanos, abre las puertas a todos los ejercicios de la imaginación para dar con el motivo del desmadre. (No se sobresalte; según el diccionario de la Real Academia Española, desmadre es un “exceso desmesurado en palabras o acciones”. O sea, eso). El jueves en Mexicali, el señor Calderón dijo: “Nunca nos rendiremos”. “We shall never surrender”, dijo el mayor personaje político del siglo XX cuando condujo a su pueblo de la ruina al triunfo, con la valentía decisiva que Stefan Zweig hubiera podido ubicar entre los momentos estelares de la humanidad.
Si el tamaño del malvado que combatimos es tan grande como el eje nazifascista al que se enfrentaba Gran Bretaña en aquel tiempo, tal vez la guerra contra los narcotraficantes no sea más que la punta visible de la que en realidad estamos librando. Hemos creído, o nos han hecho creer, que una enorme demanda de narcóticos, sobre todo en los Estados Unidos, es el origen de la violencia en una marejada de intereses mezclados, corrupción compartida, complicidad evidente de policías soldados, autoridades de todo nivel, ladrones, asesinos, campesinos agobiados por el hambre y magnates como “El Chapo”, colocado por Forbes en la lista de los personajes más influyentes del mundo.
“El Chapo” fue mencionado en la misma reunión de Mexicali, por Manuel Saúl Haro, presidente de la Sociedad Alumnos de la Universidad Autónoma de Baja California: “Cuando los jóvenes salen de la escuela, en vez de soñar con ser un premio Nobel o un premio Cervantes, están soñando con ser ricos y poderosos como “El Chapo” Guzmán… ese es el modelo que tenemos”. Mientras ahí mismo y fuera de ahí, en lugares tan distantes y otrora plácidos como Acapulco, Cuernavaca, Monterrey se descubrían asesinatos en masa, secuestros y ejecuciones televisadas, entre otros el del hermano de la ex procuradora de Chihuahua, la muerte violenta en Ciudad Juárez de cinco estudiantes, dos de ellos de Texas, los “levantones” de policías y civiles en cualquier esquina de la república.
La realidad es la de un país donde las escaramuzas pueblerinas o rurales han dado paso a combates sofisticados, con estrategias basadas en armas de última factura, entre centenares de contrincantes de uno y otro ejército. En las películas de vaqueros teníamos la ventaja de que los malos eran los de negro. Ahora no se sabe quién es quién.
La American Chamber of Comerce de México, representante de más del 70 % de la inversión directa de los Estados Unidos, emite reglas para seguridad personal de sus socios. Las empresas de telefonía se ponen de acuerdo en una sola cosa: medidas contra el crimen, después de listarse 10,000 intentos de extorsión telefónica en tres meses. El gobierno de Nuevo León construye albergues para vecinos que huyen de sus poblaciones por el terror. A siete meses de establecido, a un costo multimillonario, el Registro Nacional de Usuarios de Telefonía Móvil, se descubre el jueves que no es instrumento adecuado contra el delito. El Tecnológico de Monterrey prueba que la incidencia delictiva crece mientras las autoridades federales, estatales y municipales han tenido una reacción insuficiente
En resumen el problema es más profundo que un combate entre el dueño de la hipoteca y los probos rancheros: afecta la estructura del país, su existencia como estado libre y respetuoso de las libertades. En la época de un mundo bipolar podíamos achacar el asunto a los soviéticos. Hoy no es tan fácil la respuesta a la pregunta: ¿a quien beneficiaría la desestabilización de México? ¿Quién puede tener interés en llevarnos a una situación anárquica?
Estamos obligados a preocuparnos, a evitar soluciones extra constitucionales, proyectos salvadores de personajes, instituciones o gobiernos, nacionales o extranjeros, dispuestos a sacrificarse por nosotros.
Lejos de cualquier alarmismo, tómese en serio este aviso a tiempo.
Empecemos por definir contra quién peleamos.
lunes, 8 de noviembre de 2010
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