Marcelo Colussi (especial para ARGENPRESS.info)
“¡El mundo está de fiesta!”, puede leerse y escucharse por ahí en alguna publicidad preparatoria de lo que se nos viene. Una vez más, como cada cuatro años, el mundo se llena de fútbol. Bueno, de más fútbol todavía, porque es preciso decir que ya estamos inundados de fútbol. Igual que el agua de una inundación, esto del fútbol nos está ahogando. Entre gran negocio (para pocos) y distractor fenomenal (para muchos), el deporte rey ha pasado a ser uno de los ingredientes más presentes en la vida cotidiana de crecientes cantidades de seres humanos sobre la faz del planeta. Es probable que sepamos más de la biografía del número 9 de la selección de moda que, por poner un ejemplo, el ministro de economía de nuestro país. O peor aún: que de la situación de nuestra economía. Pero ahora viene “¡la gran fiesta!”. ¡Más fútbol, más alegría, más espectáculo!… ¡El mundo se detiene para presenciar el mundial en Sudáfrica!... ¿Alguien en su sano juicio podría creerlo?.
Al decir “inundados” podemos evocar una caricatura de los tiempos en que Diego Maradona, siendo ya un ídolo internacional, jugaba aún en Argentina, y se produjeron en el país unas terribles inundaciones que dejaron bajo el agua media pampa (con ciudades y habitantes incluidos, claro está). En el dibujo podían verse un damnificado con el agua hasta el cuello y un periodista, igualmente metido en el agua quien, micrófono en mano, preguntaba al entrevistado qué opinaba de la actuación del “pibe de oro” en el partido del domingo…
Estamos “inundados” de fútbol, pero en el sentido de esa caricatura.
El que se nos viene en unos pocos meses es el primer mundial de la historia que se realiza en África: Copa Mundial de la FIFA Sudáfrica 2010™ (FIFA World Cup South Africa 2010™ (¡No olvidar el “TM”: trade mark, marca registrada!) ¿Es para festejar? ¿Quién está de fiesta? ¿África? Si es la fiesta universal, ¿por qué tiene “marca registrada”? ¿Quién cobra los derechos de propiedad entonces?
África es el continente olvidado, destrozado, barrido. Empobrecido (porque no es pobre), golpeado, marginado: su historia es como la de Haití: un devastador terremoto perenne. 300 millones de personas viven ahí en la miseria más absoluta, con menos de 1 dólar diario de ingreso. Monumentales fuerzas se han conjurado para que no pueda levantar la cabeza (“tiene demasiadas riquezas naturales”, hay quien afirma. ¿Esa es la causa de su desgraciada pobreza?). Empobrecido hasta niveles degradantes, además de todo ello le cayó la maldición del VIH/SIDA. Más de 40 millones de personas viven con esta enfermedad presentando el nivel de contagio más alto del mundo. Pero como dijo la Premio Nobel de la Paz, la activista kenyana Wangari Maathai: "el VIH/SIDA es producto de un experimento biológico. Fue creado por un científico para la guerra biológica. ¿Por qué ha habido tantos secretos en torno al VIH/SIDA? Esto hace que me plantee interrogantes. (…) Se habla de una maldición de Dios. Pero yo digo que no es posible, la verdad es que el VIH/SIDA fue creado en un laboratorio como un arma biológica. Algunos dicen que el SIDA vino de los monos; ¡estupideces!, nosotros, los africanos, hemos vivido con ellos desde tiempos inmemoriales sin consecuencias, mientras ahora estamos siendo exterminados más que ningún otro pueblo en el planeta por esta epidemia.”
Si nos atenemos a los fríos números, podemos ver que el continente africano presenta índices patéticamente alarmantes: la pobreza (menos de 2 dólares diarios de ingreso) afecta, en promedio continental, a alrededor del 50 % de su población. Sudáfrica, el país organizador del Mundial, tiene un índice de 43,2 % de pobres, en tanto hay varios países en los que esa cifra supera el 60 y 70 % de la población. La nación con menor índice de pobreza es Libia, con el 14 % de sus habitantes bajo esa línea (y una endiablada campaña mediática que pone a su líder Mohamed Khadafi como un monstruo comeniños, pese al mejor desempeño económico en el continente). El Producto Interno Bruto per capita arroja la cifra de 2.777 dólares por africano (231 mensuales), pero sabemos que esos índices no reflejan enteramente la realidad. De todos modos, comparando los 231 dólares mensuales con los ingresos promedios del Norte desarrollado, la diferencia es abismal.
Su tasa de mortalidad infantil es de 81 muertos por 1.000 nacidos vivos. La población es eminentemente joven: 40,6 % del total es menor de 14 años. La expectativa de vida es de 54 años, la más baja del mundo. En África vive sólo un 16 % de la población mundial, pero ahí se dan 9 de cada 10 casos de nueva infección del VIH. El 83 % del total de muertes por SIDA ocurre en ese continente, donde esta enfermedad ha matado diez veces la cantidad de personas que cualquiera de las guerras que se libran en su territorio. En nueve países del África subsahariana más del 10 % de la población adulta es portadora del VIH. En Botswana, Namibia, Swazilandia y Zimbabwe, del 20 al 26 % de la población entre 15 y 49 años es portadora del VIH o ha desarrollado ya el SIDA.
En términos macroeconómicos las cosas no van muy bien: tiene una inflación anual promedio del 8%, con un balance comercial negativo que ronda los 12.000 millones de dólares. El 4,2 % de las exportaciones va a parar al pago de la deuda externa. Su desocupación abierta es del 5 %.
La población es mayormente rural: vive en el campo 60,9 % del total de africanos y africanas, mientras que la población urbana es del 39,1%. En promedio, cada mujer tiene 4,6 hijos. Los africanos comen mal (cuando comen, claro): un tercio de los niños de la región sub-sahariana está desnutrido. La provisión de servicios básicos es pésima: 63 % no tiene acceso a servicios sanitarios, mientras que 36 % no dispone de agua potable. En promedio, cada habitante del continente consume un litro de agua diario, en vez de los 25 litros que se estiman necesarios para una vida normal, o de los 100 litros diarios o más que utiliza (¡quién sabe para qué!) cada ciudadano estadounidense.
El analfabetismo abierto es del 20,2 % a nivel continental; Sudáfrica tiene un 8 %. La era de la comunicación parece no haber llegado aún al África: existen 3,7 líneas telefónicas fijas por cada 100 habitantes y 29,6 teléfonos móviles. Acceso a la red de redes, el internet, sólo tiene el 5,4 % de la población total. Aunque la “magia” de las telecomunicaciones permita ver próximamente con imágenes de alta definición la “gran fiesta del Mundial” a enormes cantidades de población en el mundo (se estima que va a ser el evento más visto en la historia), para los habitantes del continente no habrá tal. La televisión es aún un lujo.
En el continente hay 53 países soberanos, pero en muy buena medida esas son divisiones administrativas absolutamente artificiosas, producto de la rapiña que ejercieron estos últimos siglos potencias occidentales sobre su territorio, que dejaron como consecuencia Estados-nación arbitrariamente creados, carentes de legitimidad y plagados de guerras internas interminables que los tornan así fáciles de manejar desde fuera.
“Nuestros innovadores programas de marketing invitan a los aficionados de todo el mundo a disfrutar del “Fútbol en el lado Coca-Cola de la vida” y animan a todo tipo de personas de diferentes orígenes a compartir su pasión por el fútbol de una forma positiva. La campaña reconoce que, a pesar de nuestras diferencias aparentes, las personas de cualquier condición social comprenden el fútbol, y ofrece una forma de abrir la puerta a todo tipo de oportunidades positivas”, anuncia la mayor fábrica de refrescos del mundo en la página oficial del Mundial. ¿Cuál será el “fútbol en el lado Coca-Cola de la vida”? ¿Tendrá que ver con eso lo que hay “a pesar de nuestras diferencias”? Porque… diferencias hay, sin dudas. Basta con mirar esos indicadores que señalábamos más arriba. ¡Y no son aparentes las diferencias! ¿El fútbol ayudará a desaparecerlas? ¿A disminuirlas al menos?
Zakumi, la mascota oficial del Mundial (un leopardo con el cabello teñido de verde -“porque pensó que sería un camuflaje perfecto sobre el césped del terreno de juego, algo así como sus manchas para cazar en la selva”- según dicen los organizadores del fastuoso evento), “se ha fijado un objetivo bien definido: convertir la Copa Mundial de la FIFA Sudáfrica 2010 en una fiesta descomunal, inolvidable, llena de alegría y felicidad, y manifestar el cariño, la cordialidad y el carácter del continente africano a los miles de invitados que llegarán a su país procedentes de todo el planeta”. ¡Qué bueno es estar de fiesta! Bueno y necesario, sin dudas; la recreación es una parte fundamental de nuestra vida. Pero, tal como están las cosas… ¿es posible plantearse eso seriamente con este Mundial?
Cada uno de los que ahora estamos leyendo el presente artículo utilizando coltán en la computadora que nos permite ver este texto en la pantalla, indirectamente contribuye al calamitoso estado del continente africano (principal productor mundial de ese elemento, materia indispensable para los chips). Contribuye a que siga habiendo niños-soldado (que extraen el mineral en cuestión, y lo defienden con armas en la mano, no sabiendo por qué ni para qué, por supuesto…), a la miseria y a la guerra perpetua. Pero no es por nuestra “mala voluntad” obviamente (nadie debería sentirse culpable y deshacerse de su equipo, por cierto): son las relaciones de fuerza que han llevado al África a esta situación patética. Entonces… ¿estamos como para celebrar y dejar a un lado las diferencias? -que, claro está, no son tan aparentes-. “¿Fiesta descomunal, inolvidable, llena de alegría y felicidad?”. Mmmmm…., es difícil creérselo.
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