EDITORIAL
Imparables.
Ni militares, ni policías federales, estatales o municipales han podido imponer el orden en Ciudad Juárez, donde las matanzas se continúan día con día. De tal suerte que han convertido al territorio fronterizo en la Ciudad más peligrosa del mundo; lo que ya es decir bastante.
La inseguridad ha traspasado de las calles a los domicilios privados, dejando a los ciudadanos en un estado de indefensión que solo motivará que se vendan más armas para que la gente se parapete en sus casas dispuesta a defenderse de cualquier modo y de ejercer la Justicia por propia mano.
El poder corruptor del narcotráfico ha superado todas las expectativas y ha infiltrado hasta el último rincón del otrora Paso del Norte. Nada escapa a sus tentáculos.
Y toda vez que el Gobierno no quiere despenalizar todo lo relacionado con las drogas, que es la única solución que se antoja viable para solucionar el problema. Habrá que contemplar seriamente la posibilidad de entregar completamente la plaza a los barones de la droga (las elecciones son un buen modo, solo es cuestión de que sea un candidato “a modo”) para que sean precisamente ellos los que se encarguen de “limpiar” de violadores, secuestradores y rateros a la fronteriza Ciudad.
Que vive literalmente aterrorizada después de los hechos recientemente ocurridos en los que quedó claro que nadie escapa a la violencia, ni aún dentro de sus casas.
¿Descabellado? No tanto. Solo para quienes ignoran, o para los que no quieren reconocer la verdad de lo que sucede en nuestro México, donde Ciudad Juárez no sería la primera plaza que estaría enteramente dominada por los narcotraficantes.
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