¿Otra vez el triunfo de la conveniencia política sobre la verdad técnica?
Julio Boltvinik
La medición de la pobreza es un ejercicio que consiste en comparar, mediante un procedimiento previamente establecido (que incluye el o los criterios de identificación de la pobreza), un conjunto de indicadores de un hogar o una persona, con una serie de umbrales o normas que establecen el piso debajo del cual se considera que se presentan carencias humanas. Los indicadores observados parecen hechos objetivos, pero en realidad lo que vemos depende del cristal conceptual con el que se mira. Sin embargo, tienen un fuerte ingrediente de realidad. En cambio, la definición de umbrales es claramente una expresión de valores y constituye, por tanto, un ejercicio ético. En ellos se expresa la concepción de la vida humana que se considera todos y todas debieran poder vivir. Por otra parte, la medición de la pobreza, sobre todo (pero no únicamente) la oficial, es un ejercicio eminentemente político. Así concebida, la medición oficial de la pobreza es una actividad que mezcla lo técnico/científico, lo ético y lo político. Ésta es una mezcla de difícil manejo, sobre todo cuando sus responsables directos no gozan de plena autonomía, ya que pueden estar sujetos a toda clase de presiones que pongan incluso en riesgo sus nombramientos. Por esta razón, cuando allá por 1999 propuse la creación de lo que hoy conocemos como Coneval (al que le llamé de otra manera, pero al que desde el principio lo concebí como dotado de las facultades de evaluación y medición de la pobreza), propuse que fuese un organismo plenamente autónomo, como el Banco de México o el IFE, cuya creación se estableciese en la Constitución.
Amartya Sen, en su muy famoso libro Poverty and Famines (Pobreza y hambrunas), señala que la definición política de la pobreza es aquella en la cual son pobres sólo aquellos que un Estado determinado puede o quiere atender, lo que lleva continuamente a la minimización de la pobreza. En algunos casos las tensiones entre técnicos (que proponen lo que consideran la verdad) y políticos (que buscan cifras cómodas para su carrera política) se conocen públicamente. Ello fue lo que ocurrió durante el gobierno de Fox: el CTMP (Comité Técnico para la Medición de la Pobreza), formado por académicos, propuso tres líneas de pobreza (LP1, LP2 y LP3), de las cuales la que establecía la distinción pobres/no pobres era la LP3, que arrojaba que casi dos tercios (64.6 por ciento) de la población vivía en pobreza en 2000. Esto le pareció excesivo a la Sedeso, la cual tomó la decisión de eliminar la LP3 y, cambiándole el nombre, convertir la LP2 del CTMP en su línea de pobreza patrimonial. Los técnicos doblaron la cabeza y aceptaron la decisión política que llevó los niveles de pobreza a 53.7 por ciento que, en 2008, era de 47.2 por ciento. Los integrantes del Coneval (seis académicos y el secretario ejecutivo) afirman con frecuencia que su trabajo es académico. La mujer que actuó como maestra de ceremonias en la presentación pública de la nueva metodología, calificó el evento como espacio multidisciplinario. En esta ocasión no ha trascendido que hubiera tensiones sobre los niveles de pobreza, pero las cifras anunciadas pueden leerse como un nuevo triunfo de la conveniencia política sobre la verdad técnica, pues como lo indiqué en mi entrega anterior, fue sorprendente que la medición multidimensional resultase en menos pobreza (44.2 por ciento en 2008) que la unidimensional anterior. Es también un indicio que, habiendo cambiado parcialmente la metodología de medición de la pobreza de ingresos (a la que el Coneval llama población con un ingreso inferior a la línea de bienestar) y habiendo eliminado algunos rubros del ingreso de los hogares, el resultado alcanzado sea 47.8 por ciento pobres de ingreso, muy cercano a 47.4 por ciento de la metodología anterior.
La auto-calificación sobre la transparencia total del Coneval en la medición de la pobreza, realizada en el evento y en el comunicado, no corresponde con el tono vago y general, y la falta de detalles en muchos casos, del documento metodológico, que debería dejar al lector sin dudas en cuanto a qué fue lo que hicieron pero no lo hace. ¿Cómo puede juzgar un lector la canasta no alimentaria si, en lugar de rubro por rubro se presenta agregada en sólo 12 rubros genéricos, de los cuales sólo se informa del número de rubros específicos que contienen?
¿Cómo debe uno tomar en cuenta un trabajo que miente abiertamente al decir: “La metodología oficial nos permite conocer la situación social de toda la población mexicana y el tipo de atención que requiere cada grupo de la población. Esta característica es única en la historia de la medición de la pobreza en México”. (Comunicado, p.2) ¿Es entonces, lector, un sueño lo que yo tantas veces he escrito desde 1995 en La Jornada dando cuenta de la evolución de la pobreza integrada? ¿Son sólo fantasías los cálculos del rezago educativo promedio del hogar, de la carencia de acceso a la salud y la seguridad social, de la pobreza de tiempo, de la de ingresos, y muchos indicadores que guían hacia el tipo de atención que la población requiere, en estas páginas y en más de un centenar de publicaciones académicas? La frase marcada en cursivas ni siquiera sería verdadera si se le añade (después de historia) la palabra oficial, puesto que el Gobierno del DF mantiene desde 2006 en la página de la Secretaría de Desarrollo Social (SDS) local, un estudio de medición de la pobreza integrada en el DF (de Damián y Boltvinik) y un segundo estudio desde hace varios meses (de Damián) en la página del Evalúa DF. Al ponerlos en sus páginas, la SDS y el Evalúa DF los han hecho suyos, los han hecho oficiales.
¿Cómo reaccionar a una afirmación tan grandilocuente como la que incluye el comunicado en su primera página?: Con la publicación de esta metodología, México se pone a la vanguardia internacional en materia de medición de la pobreza multidimensional. Si a la frase citada se le añadiera la palabra oficial, sería menos pretenciosa y menos lejana a la verdad. La metodología utilizada por el Coneval es una extraña mezcla del MMIP (Método de Medición Integrada de la Pobreza) en su variante original, que aplicó el Proyecto Regional (latinoamericano) para la Superación de la Pobreza, del PNUD, en 1990 y 1991 en diversos países de América Latina y lo que los británicos llaman el método de los pobres de verdad. Ambas metodologías son bastante viejas (de finales de los años ochenta) y no hay nada en la metodología del Coneval que signifique una innovación importante que la coloque a la vanguardia (Su más connotada innovación, el indicador de acceso a la alimentación, no parece funcionar muy bien, como se desprende en la gráfica de los raros lugares ocupados por Quintana Roo, Yucatán, Sonora, Sinaloa y Tabasco). La influencia del Coneval no sería por la metodología particular adoptada sino por ser una de las primeras metodologías oficiales multidimensionales, cuyo mérito pertenece al Congreso de la Unión que aprobó la Ley General de Desarrollo Social que dispone una metodología multidimensional.
jbolt@colmex.mx
Amartya Sen, en su muy famoso libro Poverty and Famines (Pobreza y hambrunas), señala que la definición política de la pobreza es aquella en la cual son pobres sólo aquellos que un Estado determinado puede o quiere atender, lo que lleva continuamente a la minimización de la pobreza. En algunos casos las tensiones entre técnicos (que proponen lo que consideran la verdad) y políticos (que buscan cifras cómodas para su carrera política) se conocen públicamente. Ello fue lo que ocurrió durante el gobierno de Fox: el CTMP (Comité Técnico para la Medición de la Pobreza), formado por académicos, propuso tres líneas de pobreza (LP1, LP2 y LP3), de las cuales la que establecía la distinción pobres/no pobres era la LP3, que arrojaba que casi dos tercios (64.6 por ciento) de la población vivía en pobreza en 2000. Esto le pareció excesivo a la Sedeso, la cual tomó la decisión de eliminar la LP3 y, cambiándole el nombre, convertir la LP2 del CTMP en su línea de pobreza patrimonial. Los técnicos doblaron la cabeza y aceptaron la decisión política que llevó los niveles de pobreza a 53.7 por ciento que, en 2008, era de 47.2 por ciento. Los integrantes del Coneval (seis académicos y el secretario ejecutivo) afirman con frecuencia que su trabajo es académico. La mujer que actuó como maestra de ceremonias en la presentación pública de la nueva metodología, calificó el evento como espacio multidisciplinario. En esta ocasión no ha trascendido que hubiera tensiones sobre los niveles de pobreza, pero las cifras anunciadas pueden leerse como un nuevo triunfo de la conveniencia política sobre la verdad técnica, pues como lo indiqué en mi entrega anterior, fue sorprendente que la medición multidimensional resultase en menos pobreza (44.2 por ciento en 2008) que la unidimensional anterior. Es también un indicio que, habiendo cambiado parcialmente la metodología de medición de la pobreza de ingresos (a la que el Coneval llama población con un ingreso inferior a la línea de bienestar) y habiendo eliminado algunos rubros del ingreso de los hogares, el resultado alcanzado sea 47.8 por ciento pobres de ingreso, muy cercano a 47.4 por ciento de la metodología anterior.
La auto-calificación sobre la transparencia total del Coneval en la medición de la pobreza, realizada en el evento y en el comunicado, no corresponde con el tono vago y general, y la falta de detalles en muchos casos, del documento metodológico, que debería dejar al lector sin dudas en cuanto a qué fue lo que hicieron pero no lo hace. ¿Cómo puede juzgar un lector la canasta no alimentaria si, en lugar de rubro por rubro se presenta agregada en sólo 12 rubros genéricos, de los cuales sólo se informa del número de rubros específicos que contienen?
¿Cómo debe uno tomar en cuenta un trabajo que miente abiertamente al decir: “La metodología oficial nos permite conocer la situación social de toda la población mexicana y el tipo de atención que requiere cada grupo de la población. Esta característica es única en la historia de la medición de la pobreza en México”. (Comunicado, p.2) ¿Es entonces, lector, un sueño lo que yo tantas veces he escrito desde 1995 en La Jornada dando cuenta de la evolución de la pobreza integrada? ¿Son sólo fantasías los cálculos del rezago educativo promedio del hogar, de la carencia de acceso a la salud y la seguridad social, de la pobreza de tiempo, de la de ingresos, y muchos indicadores que guían hacia el tipo de atención que la población requiere, en estas páginas y en más de un centenar de publicaciones académicas? La frase marcada en cursivas ni siquiera sería verdadera si se le añade (después de historia) la palabra oficial, puesto que el Gobierno del DF mantiene desde 2006 en la página de la Secretaría de Desarrollo Social (SDS) local, un estudio de medición de la pobreza integrada en el DF (de Damián y Boltvinik) y un segundo estudio desde hace varios meses (de Damián) en la página del Evalúa DF. Al ponerlos en sus páginas, la SDS y el Evalúa DF los han hecho suyos, los han hecho oficiales.
¿Cómo reaccionar a una afirmación tan grandilocuente como la que incluye el comunicado en su primera página?: Con la publicación de esta metodología, México se pone a la vanguardia internacional en materia de medición de la pobreza multidimensional. Si a la frase citada se le añadiera la palabra oficial, sería menos pretenciosa y menos lejana a la verdad. La metodología utilizada por el Coneval es una extraña mezcla del MMIP (Método de Medición Integrada de la Pobreza) en su variante original, que aplicó el Proyecto Regional (latinoamericano) para la Superación de la Pobreza, del PNUD, en 1990 y 1991 en diversos países de América Latina y lo que los británicos llaman el método de los pobres de verdad. Ambas metodologías son bastante viejas (de finales de los años ochenta) y no hay nada en la metodología del Coneval que signifique una innovación importante que la coloque a la vanguardia (Su más connotada innovación, el indicador de acceso a la alimentación, no parece funcionar muy bien, como se desprende en la gráfica de los raros lugares ocupados por Quintana Roo, Yucatán, Sonora, Sinaloa y Tabasco). La influencia del Coneval no sería por la metodología particular adoptada sino por ser una de las primeras metodologías oficiales multidimensionales, cuyo mérito pertenece al Congreso de la Unión que aprobó la Ley General de Desarrollo Social que dispone una metodología multidimensional.
jbolt@colmex.mx
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