17 marzo 2010
Desintegración del Poder Político
Por Fausto Fernández Ponte
“Es obvio que el sistema político mexicano, antes legendario, se está desmoronando”.
Francisco Pérez Peñol.
I
Antes de entrar en materia, hágase la salvedad pertinente de que por sistema político –sin duda admirado antaño en los países hermanos de Nuestra América como ejemplo a seguir de control social— se refiere el autor del epígrafe al poder político del Estado.
Ese poder político es dominado por el Partido Acción Nacional en lo Ejecutivo y el Revolucionario Institucional en el Legislativo, aunque en la vertiente Judicial prevalece un estrattificado conservadurismo afin. Ese conservadurismo es, además, plutocrático.
Los 45 asesinados –o “ejecutados”, como los califica el gobierno— durante el fin de semana pasado en Guerrero y los 56, el lunes, en varias entidfades federativas de México (20 en Chihuahua) tienen, como manifestaciones, un significado insoslayable.
Sin embargo, ni esas manifestaciones ni su significado insoslayable son discernidos ni mucho menos registrados o vistos o identificados por el poder político panista y priísta del Estado. ¿Reacción? El intempestivo viaje de Felipe Calderón a Juárez.
Más esa visita, señálese, no tiene por motivo atender las causales y efectos cáusticos de esa violencia extrema, sino para que Barack Obama sepa que en México se hace “algo” por el triple asesinato de gente del Consulado estadunidense en aquella urbe.
Añadiríase que el móvil del señor Calderón se nutre de un afán de “controlar daños” –que esos homicidios –dos estadunidenses y una mexicana— no incidan, como ya inciden, en los términos, de por sí asimétricos, de la relación bilateral.
II
Pero los daños son incontrolables. El asesinato cambió las posiciones de las mesas institucionales de las negociaciones permanentes del gobierno de México con el de Estados Unidos. Esas negociaciones, subráyese, están viciadas de origen.
Esos vicios tienen, en su turno, causal objetivamente discernida: la ausencia de capacidad negociadora real del gobierno mexicano debido a su carencia de capital moral frente al estadunidense, igualmente inmoral, pero con poder verdadero de negociación.
La intempestiva visita de don Felipe a Juárez confirma precisamente la ocurrencia actual, documentada cotidianamente hasta la saciedad por el verismo de los hechos y sucedidos sangrientos; así mismo confirma el desmornamiento del sistema político.
Ese desmoronamiento es desintegrador. Es decir, el sistema político o, a fuer de precisorios, el poder político del Estado mexicano está en un proceso desigual pero generalizado de desintegración; ésta es contagiosa, contaminante.
El hecho, establecido objetivamente, de la desintegración del poder político panista prista del Estado –y al cual sóoloo sostienen las Fuerzas Armadas-- se nos muestra, por sus manifestaciones dramáticas, con nitidices que devienen en dramática elocuencia.
Ante ello, es evidente, así, que el poder político panista y priísta carece de la capacidad tanto estructural –institucional— como doctrinaria y, sin duda, moral, para hacer frente a las fuerzas causativas y vectoriales y secuenciales de la desintegración..
III
Además, las Fuerzas Armadas –el verdadero apoyo político del señor Calderón-- también son incapaces para aplicar diseños congruentes con la experiencia mexicana ante el tráfico ilícito de estupefacientes y psicotrópícos. Ni siquiera tienen imaginación.
Esa desintegración del poder político tiene un telón de fondo cuyos componentes son, uno, la indiferencia ciudadana a los exhortos de don Felipe a que sean “socios” en la lucha contra los cárteles del narco; otro, la movilización masiva del descontento social.
La ciudadanía se niega a participar en la guerra del señor Calderón contra los cárteles. ¿Motivos? La consideran innecesaria y equívoca, además de que el poder político panista del Estado no ofrece protección real, por venalidad, a los participantes..
Ello nos indicaría que la sociedad rechaza al señor Calderón o sus políticas antinarco o a ambas. Ese rechazo social –específicamente ciudadano-- no es de combustión espontánea ni gratuito o fortuito. Deviene del fraude electoral de 2006.
Y tocante a la movilización de masas descontentas en el país (v. gr., la del martes), cabría decir que sus banderas son justas ante la actuación francamente sociópata, antipueblo, del poder político panista y priísta del Estado. Le está tronando el cohete.
ffponte@gmail.com
miércoles, 17 de marzo de 2010
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