Edgar González Ruiz
“Haiga sido como haiga sido”, el panista Felipe Calderón llegó a la Presidencia de la República mediante la guerra sucia contra el Partido de la Revolución Democrática y contra López Obrador, apelando a jueces de consigna y a las fuerzas armadas, pero, ante todo, a una jauría mediática encabezada por el duopolio televisivo y por muchas estaciones de radio, lo mismo que por periódicos y columnistas. ¿Qué haría el presidente espurio sin el apoyo de la televisión?
Esa jauría mediática difunde mensajes falaces que no resisten un examen racional, pero que, con base en la repetición, logran influir en los oyentes. Noche y día, en noticieros, programas de comentario político e incluso en espacios de diversión esos medios se han dedicado a apuntalar la figura del poco carismático Calderón, y adoctrinar a la gente en las prioridades de la derecha en el poder.
Mientras tanto, el gobierno derechista se dedica día con día a la agresión y al expolio de los sectores populares, sea reprimiendo movimientos de protesta, recortando prestaciones, desmantelando sindicatos e instituciones de beneficio social, o implantando nuevos impuestos y más agresivas políticas fiscales, para las que esgrimió el pretexto de “ayudar a los pobres”, lo cual nunca ha sido una premisa de las fuerzas derechistas, las mismas que apenas en 2006 proclamaban que ayudar a los pobres con dinero del erario era “populismo” y era muy malo.
Tópicos derechistas
Durante los primeros años del gobierno de Calderón, los “grandes” medios, que obedecen a grandes intereses económicos, se dedicaron a difundir el cuento oficialista de la “lucha contra el narcotráfico” y contra la “delincuencia organizada” (sin tocar, desde luego, a la que tiene su cuartel en Los Pinos). El discurso de la “lucha contra el narco” fue trasplantado a México a partir de la experiencia colombiana, donde Uribe lo usó en apoyo a su gobierno derechista.
Lo peor de todo es que mucha gente, incluso dentro de las corrientes genuinamente opositoras al gobierno, no se dio cuenta de que se trataba, ante todo, de un guión mediático, y que para la violencia asociada al narcotráfico, la única solución real y ética es la despenalización de las drogas. Por el contrario, muchos creyeron ingenuamente que Calderón “le había declarado la guerra al narco”, mismo que es sólo un negocio en el que toman parte algunos soldados y policías.
La propaganda de la llamada “lucha contra el narco” pretende crear una mentalidad agresiva, militarista, en la sociedad mexicana, que el gobierno federal ha ido extendiendo a otros objetivos. Uno de los casos más claros, a partir de octubre de 2009, fue la agresión mediática oficialista contra el Sindicato Mexicano de Electricistas y contra la compañía de Luz y Fuerza del Centro.
Además de recurrir a su jauría mediática, el propio gobierno federal tomó parte en esas agresiones por medio de spots, repetidos hasta el cansancio en radio y televisión, destinados a difamar a los trabajadores de ese gremio. El dinero de los impuestos, cada vez más agobiantes, se está usando para atacar a los sindicatos.
En el sector privado, para los “grandes” medios, los comentaristas famosos son empleados y pueden ser contratados, en cualquier momento, con buenos salarios, o despedir sin miramientos, sabiendo que su popularidad terminará una vez que no tengan un espacio en ellos.
Muchos de esos locutores y columnistas han sido aliados de la derecha más bien por conveniencia que por convicción, pero han hecho un daño incalculable a la sociedad mexicana al ponerse al servicio de un gobierno que oprime al pueblo, y al trabajar constantemente contra los modestos intereses de los que menos tienen. Algunos de ellos, los menos avezados, simplemente retoman las consignas y discursos de Calderón para apoyar al “señor presidente”, como suelen llamarlo, aunque su poder no haya nacido de la voluntad popular, sino del fraude y de la imposición. Otros, más experimentados, han estado con todos los presidentes, sean Salinas, Zedillo, Fox o Calderón.
En buena medida, esa influencia sobre la gente, esa efímera credibilidad, descansa en que la jauría mediática actúa al unísono, con base en intereses comunes, que la llevan a apoyar al régimen, o por lo menos a no cuestionarlo.
El gobierno derechista ha tratado de unir en su apoyo a la sociedad mexicana mediante trucos que en general le han resultado contraproducentes, como se dio en las elecciones de julio de 2009. Por ejemplo, tratando de presentarse como “víctima” del “crimen organizado” que, según uno de esos cuentos mediáticos, ha intentado asesinar al mandatario espurio, a pesar de que gusta rodearse de soldados y guardaespaldas. También trató de victimizar a Mouriño, cuyo mayor error pudo haber sido su excesivo acercamiento con el voluble Calderón.
A su público cautivo, a taxistas que todo el día oyen la radio y a muchas amas de casa que tienen arraigada la costumbre de ver la televisión, la jauría mediática les receta todos los días elogios hacia Calderón y demás funcionarios del gobierno ilegítimo, a la par que diatribas y calumnias contra la verdadera oposición y contra los políticos honestos, como sigue siendo Andrés Manuel López Obrador.
Ejemplos muy claros de ello son el ataque de la jauría contra el Sindicato Mexicano de Electricistas o contra Clara Brugada, o incluso contra Manuel Zelaya, el presidente legítimo de Honduras, sólo porque no hizo el papel de títere de Calderón. En contrapartida, el apoyo hacia los Chuchos, que por conveniencia se aliaron a Calderón, y hacia Juanito, cuando se alió con el Partido Acción Nacional y traicionó a la izquierda.
Quizás el ejemplo más burdo de manipulación del gobierno derechista fue el que a lo largo de 2009 trató de llevar a cabo con motivo de la supuesta epidemia de influenza; pretexto que Calderón usó para presentarse nada menos que como salvador de la humanidad, al enseñarle cómo debe cubrirse nariz y boca al estornudar. Comentaristas como López Dóriga jugaron un papel estratégico para desencadenar la paranoia colectiva, anunciado la supuesta presencia de un virus para el cual “no había vacuna”, aunque sí había tratamiento para la enfermedad.
Pero si no había vacuna para la influenza, la jauría mediática de Calderón vacunó a la sociedad mexicana contra los cuentos oficialistas. Uno de los últimos que se difundieron en 2009 fue tratar de presentar la implantación de nuevos impuestos, con todas las consecuencias que ello tiene para las personas de menos recursos, nada menos que una “contribución contra la pobreza”. La derecha busca saquear aún más los bolsillos de los más pobres con el pretexto de “ayudar a los que menos tienen”, y esos recursos no llegarán a ellos sino exclusivamente en la costosa publicidad de autoelogios de Calderón.
*Maestro en filosofía; especialista en estudios acerca de la derecha política en México
martes, 29 de diciembre de 2009
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